domingo, 14 de octubre de 2012

Take me out tonight.

                                                                                                                        Canción original: The Smiths.

Me esperabas en tu coche y sonreías. Corrí desde mi portal y entré en el coche deslizándome por el asiento de copiloto para atrapar tus labios en un beso antes de cerrar la puerta, antes de que pudieras reír, antes de que pudieras recordar.
Llovía. Las gotas de lluvia se estrellaban contra las ventanas y contra el capó. Ese sonido me recordó que somos eternos y cuando te lo dije un suspiro se escapó de tu boca. Tú no te lo creías y tu mirada clavada en la carretera me causó pena. Acaricié tu brazo mientras conducías intentando convencerte de nuestra inmortalidad. ¡Dos seres tan felices no pueden morir, sería un despilfarro de vida, una injusticia! Pero aún así, seguías sin creértelo.
Era de noche y eso me recordó lo mucho que me gustaba la oscuridad. Miraba a través de la ventana mientras tú me observabas de vez en cuando por el rabillo del ojo. Imaginaba lo que habría detrás de aquel manto oscuro. Pensé en la cantidad de vida que habría bajo toda esa oscuridad y luces esporádicas, pensé en la cantidad de besos robados que contemplaría la luna aquella noche y en la cantidad de lágrimas que serían derramadas. Y te miré, y te sonreí, y te prometí jamás derramar lágrimas porque lo nuestro sería eterno, porque en nuestro amor no habría impresa una fecha de caducidad, porque por los siglos de los siglos seguiríamos viviendo.
Aparcaste el coche cerca de la playa y al bajar de él me miraste con tristeza y me susurraste que por favor, por favor jamás cambiara. Yo reí y te cogí la mano. ¡No seas tonto! ¡Lo eterno no cambia! y volví a reír, pero tú sólo sonreíste y me besaste, y me abrazaste, y me acariciaste como si no fuera a haber un mañana y todo lo que nos rodeara fuera mortal. ¡Qué estupidez!
Bajamos a la playa abrazados y en la arena bailamos nuestra canción, que eran todas, porque todas las canciones de amor eran nuestras, porque no existía una sola que no nos perteneciera. Nuestros pies escribieron versos en la arena y la mar mecía nuestras caricias con su brisa fresca. San Lorenzo y todas las playas se nos quedaron pequeñas cuando empezamos a recitar todos nuestros poemas. ¡Qué nos salven los versos! ¡Qué nos salven los recuerdos! ¡Qué nos salven las palabras! ¡Qué nos salven los cielos grises! ¡Qué nos salven las mañanas! Y yo qué sé qué más...si somos eternos.
Nos enredamos en la noche y ella nos arropó hasta la mañana siguiente. Despertamos llenos de arena y con el sueño clavado en la mirada. El amanecer cantó para nosotros y tú me llevaste en cuello hasta el coche donde empezaron a sonar los Smiths. There is a light that never goes out. Es verdad. Tú y yo somos esa luz, somos eternos. Te lo prometo. 


Prométemelo tú a mí.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando empecé a leer no sé porque pensé que iba acabar mal, que sería triste, muy triste, será porque me tienes algo acostumbrada e.e
Los pelos de punta, el corazón en la boca, me encanta...es tan precioso que...hasta me entristece de alguna forma casi perfecta...
Besos

Andy. dijo...

Seré muy sensible, pero me has hecho llorar con lo que has escrito. Es tan bonito que se vuelve triste a su manera. ¡Por Zeus! Me encanta.

A. dijo...

Promesas, promesas.... ¿de verdad que el amor existe?

*Lo siento, me he pasado al club de los decadentes*

Un abrazo muy grande.