viernes, 30 de marzo de 2012

Palabras que queman cuando tus labios las bailan.

Ya es casi Abril, aunque en la boca aún guardes el sabor de un agrio y dulce Marzo o quizás el color de los Febreros que robé de tu mirada cuando no era imposible del todo. Olían a frío invierno y a lágrimas incapaces de sentir más que mi corazón, que late, late y no para.
Los meses enredados en los pelos de tus brazos susurran bonitos e infantiles y piden una última oportunidad de enredarse conmigo, como si de verdad guardaran la esperanza de que eso fuera posible. En esos susurros distingo el sabor de la miel que un día compartí contigo, cuando no era del todo imposible y la realidad no golpeaba con tanta fuerza en la nuca los días soleados.
Yo sé que a ti eso te da igual. No te preocupas de los susurros casi inaudibles de los poros de tu piel, no te preocupas de esa melodía vagamente capaz de hacerte recordar lo que un día fueron bellos tiempos. No te preocupas de creer, de confiar, de soñar en mis ojos que ya no saben llorar.
En el transcurso de tus meses robados he admirado la belleza de tu caminar y la agudeza fina y elegante de tu voz al hablar. He podido ver que no te has ido del todo, como yo creía. He podido ver que sigues aquí a pesar de que yo te haya dejado marchar por culpa de un tonto verano que me quiso asfixiar.
En el vaivén de tu lengua y de tu voz al temblar he descubierto que eres como un recuerdo de cristal, al que no quiero, no quiero dejar marchar. No quiero que jamás me escribas palabras de esas que duelen inmensamente y que son tan especiales cuando tus dedos las dibujan y queman cuando tus labios las bailan en las noches de verano, cuando no parece del todo imposible.
Los poemas de amor que escribes a la vez que caminas se perderán en tus ayeres y no dormirán conmigo si tus manos no me acarician con las palabras que los componen. Si tú no dejas de hablar de cuentos y de hadas que te hacen imposible vivir en esta realidad. Si tú no me permites volar.
No quiero mentir, porque eso dañaría más aún los recuerdos que colecciono de ti, así que diré que sí, que tengo miedo y que tú jamás estuviste a mi lado. Así que diré que te echo de menos a pesar de que hace tiempo prometí al mar, a la luna, a Afrodita, a mi ciudad, a mis peces y a mis gnomos que jamás te añoraría de nuevo como aquel Abril que regresa otra vez y que se esconde debajo de tu piel para sonreír y decir que yo aún sigo aquí.


No sirvo para otra cosa más que para escribir(te) y tú jamás me leerás.
O quizás sí.

jueves, 29 de marzo de 2012

Ni los cigarrillos ni las aspirinas pueden curar el dolor del recuerdo.

Llevaba puesto un bonito vestido negro que se quitó con bruscos movimientos, llantos y gruñidos y que azotó al suelo con el ceño fruncido. Se arremolinó en la cama deshecha desde el último jueves y escondió su cara en un cojín que todavía olía a champú. Su cuerpo desnudo, tan sólo cubierto por su ropa interior permanecía quieto y de vez en cuando se sacudía debido a los sollozos que se ahogaban con las sábanas y la comodidad de aquel viejo cojín que todavía olía a champú.
Era de noche y estaba sola en casa. Afuera, en la calle, se respiraba olor a noche, a fiesta, a juventud y a ráfaga de viento, pero ella estaba cansada y rota y lo único que quería era dormir por siempre y no despertar jamás. Lo único que quería era desaparecer.
Ladeó la cabeza sobre el cojín para poder respirar mejor y al contemplar su cuerpo desnudo emitió un quejido. Ella pensaba que su cuerpo era horrible. Ella creía que poseía un cuerpo feo porque su vientre no era plano y porque sus brazos eran demasiado carnosos. Ella creía que sus piernas cortas y sus tobillos anchos jamás enamorarían a nadie. Ella estaba tan equivocada...
Suspiró cansada y cogió la cajetilla de tabaco que descansaba escondida en un cajón de su mesita de noche. Se incorporó y cruzó sus desnudas piernas, quedando sentada sobre sus sábanas olor tristeza y desamor. Encendió el primer cigarrillo y empezó a fumar. A ella no le gustaba el olor del tabaco ni el picor en la lengua cuando el humo te llena la boca. Tampoco le gustaba la tos que le producía la primera calada ni la sensación seca en la garganta después de fumar, pero sí le gustaba sentirse más cerca de él a través de un cigarrillo.
Las lágrimas ya no inundaban sus ojos pero el dolor se había quedado prendado de sus cortas y negras pestañas. Había sido una noche horriblemente triste y desesperante. Todavía recordaba cada milímetro de él, como si su cuerpo hubiera sido fotografiado por su mirada y jamás pudiera olvidarle.
También recordaba a su acompañante, aquella chica alta y delgada vestida de esa manera tan atrayente y sensual. Ella jamás se parecería a ella, su cuerpo jamás sería tan espectacular ni siquiera con vestidos como el que esa noche había llevado puesto.
Cerró los ojos y expulsó el humo de su cigarrillo con otro suspiro melancólico que le volvió a llenar los ojos de lágrimas ardientes y de recuerdos demasiado vivos.
Odiaba que ocurriera eso, lo odiaba profundamente.


Ojalá las aspirinas aliviaran algo más que el dolor de cabeza y los recuerdos se pudieran olvidar, esos recuerdos que todavía huelen a champú.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Cartas jamás enviadas (XIX)

                                                                       Un precioso día de Marzo, casi es Abril.
Amado desconocido:
Me he atrevido. Por fin me he atrevido a escribirte de nuevo, aunque hace varios días que debí hacerlo. En el fondo no quiero. ¿Sabes? En el fondo no quiero escribirte hoy, pero hay algo, algo que me llama y que me incita a que lo haga, a que me pierda en un mar de recuerdos sudorosos y gastados como las suelas de tus deportivas.
Odio estas situaciones, este hastío que nace en la garganta y se pega en las fosas nasales impidiéndome respirar con normalidad. Odio que aparezcas de repente y que duela, que duela tanto. Odio esto que siento dentro de mí.
Ya es tarde para cambiar, pero de eso me doy cuenta demasiado tarde. Siempre demasiado tarde, siempre atrasada como los relojes cansados y las tortugas sin hambre.
Y ya que escribo sobre odio, diré que me odio. Sí, me odio por ser tan estúpida como para dejarme llevar por un color de ojos demasiado bello cuando sé que es imposible, por no ser lo suficientemente buena para ti, por no saber hablarte cuando debo y por llorarte cuando ya es tan tarde como inútil.

Déjalo, no me apetece otra dosis de autocompasión. No me apetece seguir ¿vale? No te molestes por mí, estaré igual que siempre.

Harta y cansada, 
La chica de ojos verdes.


P.D: Odio esta sensación de no poder escribir porque todo se me desordena en la cabeza y me hace sentir la persona más horrible del mundo.

lunes, 26 de marzo de 2012

Y sonríe como en aquel Diciembre.

Yo sé que cuando pasea por las calles de la fría ciudad que vela su sueño siente pena. Siente pena, pero no de esa pena que quema el corazón y lo convierte en simples y grises cenizas, siente la pena de haber hecho sufrir a un corazón inocente.
Yo sé que él pasea a menudo. Lo hace con frecuencia porque cree que así el viento peinará sus heridas y logrará derretir el arrepentimiento que guarda en su corazón de melocotón. Porque sí, su corazón es grande y tierno. En él guarda bondad y alegría contagiosa, cachitos de fresas azucaradas y onzas de chocolate con leche.
En su corazón guarda muchas cosas y ninguna de ellas es mala, pero sus palabras seguras y su impecable sonrisa son capaces de romper corazones como quien casca una nuez.
Sus pasos son torpes y ágiles, cuando pasea parece crear vida con sus pies y no es consciente de que lo que hace es tan encantador que duele. Yo creo que pretende escribir poesía con sus pasos, pero sinceramente, con intentar borrar sus Febreros y sus Noviembres de mi mente ya tengo más que suficiente.
Siempre que camina durante el día mira al cielo. Supongo que espera una respuesta en forma de nube porque cuando camina por la noche sólo mira al suelo con cara de pena. Las nubes no se ven con tanta facilidad, claro.
Cuando le veo a lo lejos, me recuerda a alguna especie de poeta retirado, de esos que se enorgullecen de haber escrito poemas con sólo dos versos, sin rima y de llamarlo arte mientras toman un café corto de leche con mucho azúcar. Es extraño porque a veces creo que canta a la vez que camina, pero supongo que son imaginaciones mías y que no es más que el sonido de las palabras bellas que se escapan de sus labios difuminadas con el humo de su cigarro.
A veces creo que le olvido mientras se aleja, pero no es cierto porque siempre vuelve, vuelve con su risa apagada y un par de canciones enredadas en su cabellos y sonríe.


Y sonríe como aquel Junio, como aquella noche de Diciembre.

domingo, 25 de marzo de 2012

Mientras me pierdo en tus Noviembres con tu olor.

Y seguiremos asaltando escenarios, como lo hizo la Señorita Rock n' Roll mientras nos separan un millón de palabras y nos unen dos o tres recuerdos.  
El invierno eterno que se cuelga de tus pestañas ha sonreído con la caída de tu ausencia y con el regreso de tu sonrisa mientras yo naufrago y me vuelvo a perder en tus Noviembres. Me vuelvo a perder en tus inviernos y en tus otoños mientras lucho contra la luz de tus imposibles y quiero más de ti, tanto como tú rechazaste.
Hemos logrado lo que pocos han soñado y menos tres o cuatro palabras de cariño no nos faltó de nada, quizás por eso me siento tan vacía cuando pienso en todas las oportunidades que perdí y en las que me quedan por llorar.
Solía soñar en días como hoy en los que la tristeza se implanta en el recuerdo, pero es domingo y ya sabes, yo siempre odié los domingos definiendo como siempre desde el primer momento en que te vi.
Me gustaría encerrar en el ayer todo lo bello de ti, para que pudiese olvidar sin problemas cada milímetro de tu cuerpo, pero no soy capaz, siempre te escapas trayendo contigo un millón de motivos para continuar.
¡Qué absurdo es creer que algún día seré más que un recuerdo humedecido con el paso de los años!
Y ahora, mientras acabas de sonreír, pásame tu guitarra, que ya llega mi solo.



No me atrevo ni a escribirte otra carta, puede que vuelvas a aparecer.

jueves, 22 de marzo de 2012

Contado por mis gnomos de jardín (III)

-Ya estamos otra vez igual. Qué tontería, esos ojos no son tan bonitos, y esa boca, bueno ¿Qué tiene de especial esa boca? Ni siquiera es capaz de besar sus labios de una vez por todas. ¡Que lo olvide ya!
-Debería dejarlo pasar, sí, como quien se seca las gotas de lluvia de la cara. Creo que jamás se atreverán a dar un paso. Jamás serán capaces de cruzar ni una sola palabra y menos aún, mostrar sus sentimientos.
-Es posible que ni siquiera él recuerde su nombre, el nombre de ella para él es un misterio. Y para ella, bueno, para ella él es una oscuridad más que profunda y más que triste. Jamás conseguirá abrirse camino en su vida.


Los murmullos de mis gnomos cada vez se hacían más audibles. En mi cabeza sólo se oían sus vocecitas agudas y chillonas gritando y sentenciando lo que ya hace tiempo sospechaba. No confían en mí.
Mis pequeños gnomos, voces de la conciencia, dan por imposible todo intento de solución, todo camino para alcanzar el chocolate de su mirada.
Mis dulces gnomos, los saltarines y alegres gnomos que pintan mis sentimientos, agarran sus gorritos rojos y los estrujan contra su pecho con su rostro envejecido angustiado y entristecido.
No puedo evitar sonreír al verlos tan conmovidos y desilusionados, no puedo evitar emocionarme al contemplar sus diminutas caritas y sus lagrimitas recorriendo sus mejillas sonrosadas.
Sus palabras de desesperación, sus insultos y su decepción hacia él son tan palpables que llegan a doler.
En fila india se disponen a irse a dormir, con la cabeza gacha y el corazón en una mano. Se disponen así a tumbar sus pequeños cuerpos en la hierba y a descansar mirando al cielo esperando una solución en forma de gorrión, o de hoja caída o, incluso, de ráfaga de viento.
En una esquina, como cada noche antes de dormir, descansa sentado el gnomo sabio y anciano, aquel que vivió demasiado y aprendió de cada experiencia. Sentado me dice:
-No puedes rendirte. Rendirse hoy, después de tanto tiempo equivaldría a nada, a absolutamente nada. Has luchado y en varias ocasiones lo has intentado, pero has de saber que en temas como estos, todo es poco y nada es suficiente. No puedes rendirte. No debes rendirte, ni siquiera debes plantearte la opción de olvidar y borrar.
Yo te conozco bien, sí. Te conozco tan bien...Sé la angustia y el picor que sientes en los ojos cuando oyes su nombre. Sé que, si por ti fuera, volverías a empezar de cero, pero sabes que es imposible, que siempre queda el recuero detrás, como un fantasma hambriento en busca de nostalgia insana.
Sé que no te comprendes ni a ti misma, sé que siempre que sales a la calle le buscas y que, de vez en cuando, te pierdes con sus fotografías.
Sé que sabes que ya lo has perdido, que ya es más que imposible enternecer su corazón. Sé que sabes que no te quiere, que no te querrá, que ni siquiera recuerda tu verde mirada.
Sé que sientes pena, que te duele, que en el fondo sufres. Sé que necesitas abrazos y que nosotros, gnomos de jardín y guardianes de la conciencia, somos los únicos que podemos ayudarte.
Sé que sabes todo esto.
Ahora dime ¿De qué sirve rendirse cuando ya está todo perdido?


Ahora el gnomo sabio también duerme y el silencio se apodera de mi mente.

martes, 20 de marzo de 2012

Cartas jamás enviadas (XVIII)

                                                                               El primer día de primavera del 2012.
Amado desconocido:
Ya se ha derretido el invierno, ya ha florecido la primavera. Se huele en el ambiente. El olor floral, las sonrisas mojadas por la lluvia y las bufandas que asfixian de calor son dulces melodías que nos recuerdan o más bien nos hacen olvidar al frío invierno al que pudimos sobrevivir con más de una lágrima edulcorada con azúcares y el chocolate de tu mirada.
Hoy me he levantado con ganas de ti, pero no es raro, ni especial, ni siquiera curioso. Hoy me he levantado con ganas de ti, con ganas de verte y oírte, de sentirte y de añorarte, de desearte y de besarte, pero no es extraño.
Lo que sí es extraño, lo que es más que raro es que se me haya concedido ese pequeño gran deseo. Lo que es raro es que por fin te haya visto, con sólo el simple hecho de haberlo deseado.
Es tan maravilloso, tan glorioso el hecho de poder observarte en la distancia sin miedo a ser descubierta, es tan hermoso contemplar tu mirada achocolatada de nuevo como la primera vez.
Es tan luminoso, tan radiante, tan perfectamente fantástico, tan bailable, tan suave, tan tierno, tan alegre, tan colorido, tan sólido y tan líquido el deseo de seguir adelante, de avanzar más aún hacia ti.
Quizás ya no haya tiempo, quizás todas las oportunidades se hayan perdido con el corte de tu cabello. 
Quizás no merezca la pena, quizás sea mejor esperar y olvidarte. Quizás eres imposible, quizás eres un jamás negro y oscuro. Pero no puedo rendirme, no de nuevo cuando una primavera nueva llega, cuando nuestra segunda primavera asoma sus pétalos por las hojas del calendario y trae su aroma a esperanza y jazmín.
Comprende que no pueda, que no deba rendirme cuando mi corazón grita desesperado en busca de una  nueva oportunidad.
Comprende que sea imposible olvidar tu persona, comprende mi locura de aspirante a soñadora sin nube.

Con sonrisas, esperanza, ilusión y demás cosas bonitas,
La chica de ojos verdes.

P.D: Me comprometo a luchar. No sé si por ti o por mí, dejémoslo en que lucharé por los dos, por un contigo compuesto de ti y de mí.

Paradise-Coldplay Siempre merece la pena luchar y escapar, siempre.

domingo, 18 de marzo de 2012

I hate Sundays, I really hate Sundays.

Te recuerdo bien. Tenías unos grandes ojos color chocolate, unos grandes ojos que envolvían con su calidez y miraban curiosos y sorprendidos a su alrededor. Tus ojos estaban bordeados por unas grandes pestañas oscuras y encima de ellos, unas perfectas cejas se curvaban elegantes y naturales.
Tu nariz era grande y recta y de perfil resultaba encantadora y masculina.
Tu boca, bueno, tu boca era de otro mundo donde no existe lo horrible y lo feo. Tu boca era pura magia mezclada con menta y alegría. Era pequeña y tus labios eran carnosos y sensuales y parecían coloreados por un beso rosa y dulce. Tus labios sobresalían un poco de tu rostro y permanecían totalmente rectos cuando estabas serio, en cambio, cuando se curvaban para sonreír, eran maravillosos y bellos y dejaban ver una blanca y alineada dentadura. 
Recuerdo que me encantaba tu sonrisa y que te miraba esperando que sonrieras y poder así admirar tu belleza. Sin embargo, lo hacías poco y cuando lo hacías jamás era yo el motivo.
Y cuando fumabas, oh, cuando fumabas tus labios producían en mí un incontrolable deseo de ser contigo. Cuando fumabas los poros de mi piel gritaban con ganas de acercarse más a ti. 
Tu cabello era negro, muy negro y muy brillante. Tu pelo era sedoso y nuboso, apetecía perderse en cada uno de tus pelos y respirar su aroma a champú y gomina.
Tus piernas eran cortas y no demasiado delgadas. Al andar, se movían de una forma muy graciosa y tus pies, siempre enfundados en unas Vans gastadas, se movían ágiles y gráciles, como los de un bailarín.
Tu cuerpo era grande y robusto, pero aún así se parecía al de un niño y, al menos a mí, me producía unas terribles ganas de abrazarlo.
Tus brazos eran bonitos, muy bonitos. 
Tus manos eran grandes y tus dedos eran finos y largos con unas uñas cuidadas y largas. Tus manos eran como deben ser las manos de un guitarrista como lo eras tú,  perfectas y suaves. Dulces y cálidas.
En tu muñeca siempre había una goma de pelo negra. No quiero pensar de quién era, si es que era de ella.
Tu piel era morena, pero de un moreno diferente al que se suele ver. Tu piel era de un moreno cálido y luminoso, acorde con tu mirada.
Olías tan bien. Tu aroma era una mezcla de menta y tabaco, de ropa limpia y champú. No creo que olvide jamás ese olor tan amoroso.
Como ves, te recuerdo muy bien. Sí, tu recuerdo no se muda, no se va, no emprende el vuelo, no se derrite, no se difumina, no se esfuma con la misma facilidad que tú. Risa nostálgica. Tú siempre fuiste tan imprevisible, tan hermoso y oscuro. 
A veces, cuando el frío calaba en mí, me gustaba pensar que provenías de las estrellas y que me amabas, pero callabas. Me gustaba pensar que algún día despertarías y descubrirías mi mirada fija en ti, que descubrirías esa melodía triste que cantaba mi boca cuando te veía.
Ahora sé que fue una tontería, un imposible con aroma dulce.
Recuerdo tantos momentos, tantas cosas. Ojalá fuera capaz de escribir todos y cada uno de los recuerdos que almaceno de ti. Cada anécdota, cada pensamiento y sentimiento, cada miedo, cada sonrisa, cada paseo y cada lloro.
Me gustaría guardar todo en un tarrito, taparlo con fuerza y contemplarte dentro del tarro sin que me dolería así el recuerdo. Poder verte siempre que quiera sin que duela.

Te echo de menos, echo de menos todo de ti. 


Pido perdón por esta entrada, pero la necesitaba.
Tanto como  a ti.
¿Por qué lo habré escrito todo en pasado? ¡Maldito subconsciente, no me mandes señales!

viernes, 16 de marzo de 2012

Cartas jamás enviadas (XVII)

                                                                     Un viernes que debería ser feliz y no es más que gris.
Amado desconocido:
"No tengo fuerza." Eso es lo único que soy capaz de pensar hoy cuando intento escribirte en vano, cuando intento no pensar en ti como en un imposible más.
No soy capaz de querer(te). No soy capaz de olvidar(te).
No sé porque acudo a ti, no sé porque he decidido que es mejor escribirte a ti hoy y ahora para sentir el alivio que ansío. Quizás sea porque te echo de menos, porque echo de menos los tiempos dorados que se rizaban en tus pestañas y sonreían a mis pupilas tan oscuras como tu cabello. Los tiempos dorados que descansan en un rincón polvoriento y escondido entre palabras tristes.
Lanzar al olvido todas tus fotografías, reírme de tus ojos hermosos, soportar el calor hiriente de tu mano en la eterna espera por una caricia o soñar con la dulzura bonita de tu piel fue un error tan agridulce como doloroso y tan divertido como fatal.
No quise llorar cuando te recordé en la fina línea que se traza entre el adiós y el olvido, no quise congelarme cuando la fina línea de tu labio inferior se curvó en un no demasiado bonito y risueño. Ha pasado demasiado tiempo de aquello, demasiado tiempo desde que has decidido ser y no estar
Si el tiempo no pasara así de rápido me hubiera gustado poder sonreírte de nuevo, poder acercarme a ti.
Quisiera no llorar al recordarte, quisiera no recordarte jamás. Quisiera ser tan gris como este cielo y olvidar esta existencia carente de significado, olvidar esta pena y ser de nuevo mariposa y volar hacia ti.
Ojalá pudiéramos ser todo lo que quisiéramos y quisiéramos todo lo que podemos.

Con cara de Marzo,
La chica de ojos verdes.

P.D: Ojalá pudiera escribir todo lo que siento, una lástima que no sea capaz. También diré que hace tiempo que no podía escuchar estas canciones sin derramar una lágrima. Sigo sin poder.

martes, 13 de marzo de 2012

Eres poesía con un poco de miel.

Creo que quizás sea el calor o la vaga felicidad que se atisba en la ventana de tu mirada azulada, la nube que se forma en el contorno de tus labios cuando hablas o la luz que hace que tu pelo brille como la más lejana estrella.
Sí, creo que es eso lo que hace que hoy quiera abrazarme a ti.
La sonrisa torcida y los gestos que acompañan tus palabras, el resto de sueño que te queda en los ojos cuando te levantas cada mañana y la maravillosa manera que tienes de convertir lo absurdo en bonito.
Sí, quizás por eso desee estrujarte contra mí.
El impecable vaivén de tu lengua cuando hablas, la perfección de tu imperfecta piel y el olor que me envuelve cuando mueves tus brazos. El dulce sonido de tu voz al retumbar en mi corazón y la sensación magnética que me hace acercarme más a ti, más aún, más...
Sí, estoy segura de que por eso no puedo dejar de imaginarme junto a ti.
El sabor agridulce que dejan tus labios en las sábanas, el fluir de tus palabras recorriendo mis sentidos, la genialidad de tu existencia con un poco de miel caliente en mis labios temblorosos.
La asombrosa facilidad con la que río a tu lado, la felicidad que me inunda en este momento, cuando te escribo sin pensarte y te pienso sin sentirte, pero sintiéndote te escribo.
El fantástico crucigrama que guardas en tu interior, toda la poesía que eres capaz de crear con tan sólo dos pasos y la habitación de tu alma llena de amor.
Sí, desde luego eres pura alegría.
La caída de tu mirada hacia el suelo y el regreso de ella con chispas magentas. Ese extraño recorrido que hace tu respiración envolviéndome por completo y esa dulzura con la que los latidos de tu corazón provocan los míos.
La risa, sí ¡La risa! La risa que es capaz de alcanzar a la tristeza y gastarle una broma. ¡Bromas! Bromas que causan nuestras risas que corren, sí, corren como tus ojos recorriendo las palabras que escribo.
¿Acaso dudas sobre tu extraordinaria belleza?






Eres poesía o quizás ambrosía.

domingo, 11 de marzo de 2012

Era la famosa lluvia de Noviembre y tus ojos llenos de sueños.

No hay nada más que el sonido dulce de un mar cansado de contemplar el mismo cielo gris, que una empalagosa carta de amor rota en pedacitos tan pequeños como tus ojos color miel y una canción que grita desesperada en un vano intento de hacerse oír.
Se ríen las caracolas que descansan en tus manos y se ríen las nubes que tapan el sol de nuevo, como si de verdad pudieran evitar que cale en mis huesos de esta manera tan asfixiante.
Ya te has despertado en medio de este ruido tan silencioso y como cada domingo, tu sonrisa blanca y melodiosa ha resistido a la noche anterior entre sueños y huidas cortas.
Has escrito cientos de poesías con tu boca entreabierta en medio de la noche y ni siquiera eres consciente de que tus versos me han salvado de nuevo la vida, como cada domingo. Quizás así, con los labios llenos de palabras bonitas puedas sobrevivir a este desorden que se cuela en mi habitación acompañado de tu recuerdo nítido y esponjoso. Quizás así, tu lunes sea más alegre que de costumbre y la poesía que nace en tus pies y recorre tu cuerpo ría escandalosa y bella, como siempre ha sido tu imagen en mi cabeza.
Es tan bonito, tan sumamente precioso imaginar que a pesar de que el invierno se vaya acabando y vaya muriendo con el nacimiento de la primavera tú seguirás siendo tan frío y tan húmedo como el musgo de mis ojos y las carcajadas de la nieve.


Ya sabes que mi vida son las palabras, los versos que pueblan tu mirada.


Nunca me fue tan difícil escribir en domingo. November Rain.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Carta para La chica de ojos verdes.

                                                                               Un 7 de Marzo lleno de acordes solitarios y dulces.
A ti:
Sé que ya te has perdido, ya te has perdido entre poesías escritas por tu corazón estrujado y envenenado por las lágrimas de alegría y soledad. Sé que mi carta no será leída con igual ganas y sentimiento que si meses atrás hubiera sido recibida y leída por tus ojitos bañados con esmeraldas derretidas por el calor de tus mejillas sonrosadas y tus labios ardientes de pasión.
Aún así sé que te encantan las cartas. Las cartas escritas a mano son tus favoritas, incluso una vez llegaste a decir que te hubiera gustado guardar todas las palabras escritas a mano en un tarro y utilizarlas a tu antojo.
Sé que decías cosas así a menudo, hablabas de poesía y de canciones antiguas y reías cuando te contaba chistes malos y patéticos en aquella esquina.
Sé que tu corazón pertenecía a otra persona, a unos ojos chocolate y a un cabello tan negro como ahora lo es mi vida. Sé que ni siquiera te alegrabas al oler mi perfume y que te era indiferente mi voz llamándote por tu nombre cuando él llegó.
A veces me pregunto si de verdad fue mi culpa. A veces me surgen dudas y sólo te recuerdo a ti.
Yo te leí cuentos, yo te até bien el lazo en tu coleta cuando este se deshacía y yo te hice rabiar en más de una ocasión cuando eras más pequeña de lo que ahora eres.
Yo te acaricié la cara, yo te sequé las lágrimas, (y sé que me lo agradeciste de corazón) yo te despeiné, yo te hice reír y te hice llorar.
Yo fui tu primera mariposa y tus primeros versos. Yo fui tu primera canción llorada y tu primera preocupación creciente en tu corazón demasiado tierno y sensible, demasiado corazón.
Yo fui el que tenía los abrazos que buscabas, las mejillas que querías besar y la mano que querías agarrar antes de caerte así y olvidarte de mí.
Porque te has caído, sé que lo sabes. Sé que sabes que ya no eres la misma niña de ojos verdes que leía libros más grandes que ella misma.
No es del todo cierto que te hayas olvidado de mí. Tu mirada todavía se cruza con la mía y te sonrojas, todavía aprecio cierto tartamudeo en tu voz cuando me acerco. Todavía siento tu sonrisa cuando es demasiado tarde y decides no llorar.
Una pena que esto ya no ocurra con tanta frecuencia. He elegido un camino distinto, demasiado gris y demasiado rocoso.
Sé que no buscas, sé que ya no buscas nadie a tu lado. Sé que has decidido escribir para ahogar tus penas, sé que de noche te sumerges en letras y sueñas con vivir del sabor amargo de cada una de ellas.
Sé que no quieres nada con nadie porque temes que el amor entorpezca tu camino lleno de versos vacíos y color de ojos almendrado. Sé que te irás lejos en algunos años y que como único recuerdo me dejarás algunos chistes y notas mal escritas con bolígrafo negro.
Tienes miedo al amor porque unos ojos chocolate se clavaron en tu corazón. Tienes miedo al amor porque quieres huir tan lejos que ni siquiera el viento pueda atraparte. No quieres que nada te ate a este lugar.
Y yo, yo bueno, tengo mis dudas sobre ti. Tengo mis dudas sobre por qué ya no te hablo y por qué te miro con ira. Tengo dudas sobre lo que siento hacia ti.
Tengo dudas y más dudas, pero me gustaría desearte suerte. Ten suerte en tu viaje, en tu camino rodeado de libros y palabras. Ten suerte cuando te vayas de aquí y comiences en otro lugar donde te entiendan mejor.
Ten suerte y no dejes que nadie te haga llorar. Ten suerte y sé feliz.


Con el corazón encogido en un adiós,
el chico que te robó tu primer suspiro.

P.D: Y a pesar de mis dudas puedo afirmar que de una o de otra forma te quiero.



sábado, 3 de marzo de 2012

Yesterday's gone.

Cada ayer en el que reías y cada ayer en el que suspirabas se han quedado prendados de mis pestañas.
Cada ayer que se olvidaba, cada ayer que callaba y cada ayer en el que tu risa gritaba se ha perdido en una espiral de color.
Solías sonreír cuando Ayer lloraba, desprendías esperanza con una bocanada de aire fresco acariciando tu piel.
Contemplabas el cielo cuando Ayer se quedaba dormido en tus labios de dulce sabor y aroma embriagador.
Deslumbrabas una luz tan cegadora como clara y los poros de tu piel reían escandalizados cuando las gotas de lluvia les hacían cosquillas.
Era y es tan maravilloso imaginarte en una burbuja malva retorciéndote de la risa.
Cuando Ayer soñaba siempre dormías y si él despertaba decidías acostarte y soñar con los ángeles durmientes y danzantes. Nunca te gustó la voz triste de Ayer ni sus grises fotografías tiradas por el suelo ni sus lágrimas nostálgicas cantando a la luz de la Luna.
Tus brazos ágiles y morenos estrechaban, sin embargo a Ayer cuando eras tú el que lloraba nostálgico y recordabas las mañanas con zumo de naranja, chicles de menta y una canción demasiado ruidosa.
Tus piernas cortas corrían hacía Ayer cuando Mañana quería atraparte y tú te resguardabas en sus brazos y suspirabas aliviado en su pecho riendo nervioso.
Yo sé que en el fondo querías a Ayer.
Ahora que Ayer se ha ido sé que te quedas cada jueves en tu habitación mirando hacia la nada y apretando en tus labios las palabras que te hubiera gustado decir.
Ahora que Ayer no volverá sé que te abrazas a ti mismo mientras pronuncias mi nombre y contienes las lágrimas que Ayer te hubiera secado.
Sé que le echas de menos, tanto como yo a ti.


Yesterday's gone-The Cure.

Gracias al blog Relatos Breves. y a su jurado por concederme el primer premio en su concurso de relatos. El relato presentado fue Cecilia. publicado anteriormente en el blog.

jueves, 1 de marzo de 2012

Cartas jamás enviadas (XVI)

                                                                        El primer día de Marzo, feliz y bonito.
Amado desconocido:
No había sentido nada nuevo desde aquel día de Febrero en el que, por pura y mera casualidad, volviste a aparecer, como una pequeña mota de polvo en el aire, susurrante y brillante.
Parece que, cuando Marzo abre sus puertas y nos permite entrar, todo el frío se guarda en un tarro de cristal impidiéndonos expulsar vaho por la boca y guardando nuestras bufandas en aquel cajón demasiado pequeño ya.
Podría seguir aventurándome en la belleza de tus facciones o añorar de nuevo aquel Diciembre hermoso en el que la tristeza se durmió feliz, pero por algún extraño motivo, sólo soy capaz de recordarte a ti y, como ya sabes, eso conlleva una serie de cosas que no voy a repetirte.
Supongo que carece de sentido, Febrero se ha ido, un Febrero menos y por lo tanto, un año más.
Supongo que sabrás que sigues siendo una mariposa feliz en mi estómago, vuelas hacia mi garganta e interrumpes el vuelo cuando quieres salir por mis labios.
Siempre te quedas dentro de mí, de cualquiera de las maneras.
Eres tan hiriente y a la vez tan encantador, tan dulce y tan amargo, tan bello y tan...espectacular.
Soy tan repetitiva y obsesiva...
Te echo de menos. ¿Volverás?

Con añoranza y una sonrisa triste,
La chica de ojos verdes.


P.D: Vuelve, por favor.