La pequeña niña entró en el dormitorio con una inocente sonrisa en su rostro y con un vaso y una aspirina en las manos. Su abuelo estaba echado en la cama, tapado con varias mantas y con la mirada fija en el techo de su habitación. Cuando notó la presencia de la pequeña en el dormitorio, giró la cabeza lentamente y sonrió.
-Llevas un vestido precioso, Clara. -le dijo con dulzura.
La niña sonrió, pero no dijo nada. Se sentó al pie de la cama y posó el vaso y la pastilla en la mesilla de noche de su abuelo.
-Mamá dice que debes tomártela para estar mejor. Dice que si te tomas una cada día durante toda la semana, te recuperarás y podrás salir a la calle, ver a tus amigos y pescar de nuevo, como antes. Mamá dice que no hay otra solución, abuelo. ¿Te la tomarás?
-Gracias, Clara. Y sí, claro que lo haré, pequeña. Eres muy buena.-dijo y acompañó sus palabras con una caricia en la cabeza de la niña.
-Abuelo, en el colegio, la maestra nos pidió que contásemos una historia inventada. Yo conté una historia de dragones y cíclopes malvados que se adueñaban del bosque donde habitaban unos gnomos cantarines. En clase se rieron de mí, dijeron que todo eso era mentira y que a nadie le gustaban esas historias fantásticas... -a la niña se le humedecieron los ojos cuando preguntó: ¿Tú no crees que eso sea mentira, verdad abuelo? La magia existe ¿verdad?
-Clara, pequeña, sólo los necios serían capaces de negar que la magia existe. El problema está, precisamente, en que el mundo está poblado de necios. La magia existe, sí y todos los bosques poblados de gnomos saltarines y cantarines que te quieras imaginar también son ciertos.
Clara, tú eres aún muy pequeña y no creo que entiendas del todo cómo funciona el mundo, pero me gustaría adelantarte algunas cosas.
Ahí, fuera del mundo de tu imaginativa mente, existe un mundo triste y gris. Los hombres sólo tenemos una preocupación que nos roba el sueño y, en ocasiones, la vida entera. Esa preocupación, pequeña, se llama dinero y es el arma más letal y sucia que le puedes entregar a un hombre. Por dinero se muere, pequeña. Por el dinero las personas se convierten en monstruos sedientos de poder. El mundo se resume en eso.
La gente no es capaz, y no sé por qué, la gente no es capaz de apreciar la belleza de las cosas. Oh, Clara, tú eres muy pequeña aún, pero llegará el día en el que crezcas y te enamores. Y créeme, entonces ya no tendrás dudas sobre la existencia de la magia. Notarás que tu cuerpo se derrite, que las pulsaciones se te aceleran, que tu boca se hace agua y que en tu estómago mil mariposas revolotean en un vals de alegría infinita. Notarás, Clara, que cada vez que veas a esa persona unas chispas invisibles se interpondrán entre vosotros y que el canto de esos gnomos de los que hablas te robarán el aliento y te dibujarán una sonrisa.
Pero sí, Clara, hay gente allí fuera que no lo entiende. Hay gente allí fuera que no cree en la magia y lo resume todo con las palabras "procesos químicos y hormonales".
Y no sólo eso, no creas que la magia sólo está en el amor. En realidad, todo es magia. El mundo es mágico.
Cada bosque guarda en su interior un hada protectora, cada montaña murmulla en las noches palabras bonitas, en las ráfagas de viento se pueden descifrar un millón de versos, las flores no son más que bailarinas paralizadas por la fragancia de la primavera, el cielo no es más que el color azul de los ojos de una hermosa dama llamada Tierra, los peces no son más que hijos del agua y la lluvia no es más que las lágrimas tristes de los ojos de Tierra.
Créeme, Clara, el mundo es maravilloso. No hagas caso de los necios que centran su atención en el conseguir más y más dinero. No centres tu corazón en lo gris del mundo, pequeña. Allí, afuera, un mundo maravilloso más allá del dinero y de los problemas del ciudadano necio te espera.
Sé valiente y descúbrelo, Clara.
Sé valiente y descubre la magia.
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