domingo, 15 de septiembre de 2013

Nuestro último verano.

Para ti: 

Creo que no te lo había dicho, pero cuando era un niña soñaba con casarme con un chico rubio de ojos verdes. Cuando mis padres me preguntaban, bromeando, cómo quería que fuera mi novio siempre contestaba que me daba igual, siempre y cuando fuera rubio y de ojos verdes. Es una tontería, ya lo sé, pero tenía ganas de contártelo... esto y otras muchas cosas que el tiempo no me permitió.

Ya he llegado a casa. El viaje no se me ha hecho largo, pero creo que estos próximos meses se me harán eternos... Aquí las cosas no han cambiado, y el verano hace días que terminó. El cielo se nubló, el viento se levantó y las primeras gotas ya mojaron las calles... ya sabes, el clima aquí no es como allí. Aquí no se respira esa alegría, esa libertad contagiosa y esas ganas de ser felices. Aquí reina el gris, no te gustaría.

Mañana empiezo las clases de nuevo y parece como si nada hubiera cambiado. Me siento tan parecida a aquella chica que conociste en Junio, esa chica que se convirtió en una completa desconocida para mí a medida que pasaban los días contigo y que, ahora, quiere regresar para ocupar su (tu) lugar. Tengo la extraña sensación de que no ha pasado nada en estos meses, que ayer estaba estudiando para un examen y que acudí a clase como cualquier otro día. Es como si todo volviera a empezar y nadie me preguntara qué es lo que quiero empezar. Es extraño, no importa que no lo entiendas...

Deshice las maletas y guardé toda la ropa de verano en un cajón. Parece mentira que ayer vistiera esas ropas tan ligeras y coloridas. Ahora miro mi armario, mi ropa de otoño y pienso en lo incómoda y rara que me sentiré con esas mangas largas y colores oscuros. Si tú me vieras con ellas no me reconocerías, créeme. Quizás ni siquiera yo me reconozca.

He estado pensando durante el viaje, pensando en ti, en ese nosotros en el que nos convertimos. Sé que te lo prometí, sé que te prometí no vivir en el pasado, no querer vivir de recuerdos. Nos prometimos recordarnos, sí, pero sin echarnos de menos. Y... y me gustaría saber si tú lo estás consiguiendo porque yo no soy capaz.

No puedo evitar sonreír cada vez que apareces en mi mente. No puedo evitar rememorar cada momento a la perfección, revivirlo, sentirlo. Nunca me creí capaz de formar parte de algo tan bonito, tan real. Ya lo sabes, ya sabes cómo era, cómo soy. Lo mucho que te quise, lo mucho que este verano aprendí de la felicidad. Y todo a tu lado.
Puedo sentir tus cabellos rubios entre mis dedos, tus ojos verdes, extraños, hermosos en los míos. Puedo oír tu risa suave antes de besarme. Esa mirada traviesa antes de cogerme en brazos y echar a correr, protagonizando así los secuestros más dulces de la historia. Y tus dedos acariciando mis mejillas antes de dormir, tu respiración rítmica y los latidos de tu corazón acompañados del sonido del mar. Esa sonrisa que lo despertó todo, que lo cambió y lo convirtió en magia. Esa sonrisa tan tierna y única que consiguió lo que nada ni nadie había conseguido jamás. 

Pero ya es otoño y atrás quedaron los atardeceres en la playa, los baños al caer la noche, las mañanas agarrada a tu mano. Ya no habrá más amaneceres entre tus brazos, ni más sonrisas atrapadas en las sábanas de tu cama.
Ya es otoño y como tú dijiste deberemos enterrar esos días entre las hojas secas, y sacarlos de vez en cuando, pero sólo para sonreír. 

Me enseñaste tanto. Me enseñaste a creer en mí, a disfrutar del momento, a hacer lo que me dijera el corazón, a dejarme guiar por una mano amiga. Y ahora, ahora sin tu mano tengo miedo a caer. Me siento tan distinta sin ti. Me siento tan frágil, tan insegura. Esta vida no es la mía, no es la que yo quiero tener. 
Lo siento, pero te necesito aquí. No quiero que suene a tópico. No quiero que duela, pero lo hace. Este verano, estos recuerdos no se podrán borrar tan fácilmente. No podré volver a ser la misma de nuevo, me has cambiado y tengo miedo porque estás tan lejos que... que no sé si podré mantener esa promesa. 

Te echo tanto de menos que siento que algo se rompe en mí. 
Ojalá este verano no hubiera llegado a su fin. 
Ojalá leas esto y perdones el hecho de que no pueda dejar de pensar en ti.

Con infinito amor, 
La chica de tu verano.

 P.D: Estoy segura de que ese chico rubio de ojos verdes con el que soñaba de niña eres tú.


4 comentarios:

The Gossip Eye dijo...

Pero qué historia más bonita nos acabas de contar... :(

Qué pena que el verano haya durando tan poco, pero el otoño también tiene sus días coloridos, y cuando no los tenga, se lo pones tú, que no hay por qué vestir de gris aunque haga frío :)

muaaak.

- dijo...

Acabo de recordar tanto, tanto, tanto, que he acabado el texto rota. Irremediablemente rota. Deshilada.
Cómo duele ser la chica de verano, cómo duele la parsimonia insalubre del otoño, los recuerdos. Las ausencias.
No dejes que el tiempo y la distancia quiebren esos recuerdos. Nunca.

<3

Anónimo dijo...

Querida Elise:
No se como definir lo que acabo de leer. No me suelen faltar las palabras, pero tú con esta carta has conseguido dejarme sin ellas. Has llenado mi interior de incontables sentimientos en muy poco tiempo, y a la vez que leía sonreía y me entristecía.
Un me gusta se queda corto.
Feliz Otoño!

Rafael de la Rosa dijo...

Hey!
Sé que hace tiempo que no te comento, aunque te lea (son cosas diferentes :P ).
La chica del verano... a veces conoces a alguien. Un día, dos, puede que una semana; y por alguna extraña razón esa persona logra, en mucho menos que cualquier otra, cambiarte la vida. Y sabes (aunque trates de negártelo) que harías lo que fuera, lo que estuviese en tu mano para estar juntos.
Conozco muy bien esa sensación.
Cuéntale a la chica de un verano, que se puede seguir siendo la chica de un fin de semana juntos, y la chica de las vacaciones de Navidad, la chica de Semana Santa, y del verano siguiente.

Un beso muy grande

Jack