Una y otra vez me lo digo, lo susurro, lo grito.
Nunca lo quise, esto nunca debió pasar. Tan cerca, tan cerca estaba, tan fácil era, tan complicado ahora.
Deseo poder pararlo, deseo poder acabar. Sé que en cualquier momento se romperá este frágil corazón.
"No quiero seguir, déjalo ya, simplemente olvídate de mí" le grito desesperada a la vida "Olvídate de mí..."
No busco falsos perdones, falsas palabras de preocupación.
Todo lo que busco, todo lo que quiero, todo lo que necesito se ha ido. No es una persona, no son unas palabras, no son unos recuerdos. No es nada.
"Déjalo ya" le grito al sueño "No quiero dormir, no quiero entregarme a ti" Y sigo escribiendo ahora, si las lágrimas de la debilidad me lo permiten.
Parece como si quisiera creer en mí, como si de repente todo dependiera de mis ojos verdes inundados en cálidas gotas de agua.
No quiero que este sentimiento me deje ir, no quiero que me quiten la culpabilidad, no quiero esto, no lo quiero. Por favor, por favor no te vayas, no ahora que la angustia me quema ¿Y qué escribo? ¿Y qué estoy haciendo? Se ha ido, es mi vida que se aleja con su cambio. Y me grita desde la distancia y me grita más fuerte y me dice adiós. Me gritará por siempre esa dura voz.
Nunca me sentí así, tan vacía, tan lejos de mí. ¿Qué hay de mí ahora? ¿Quién soy? ¿Por qué no dejo de...?
De repente su expresión se tranquiliza en mi mente, me da un respiro y me pregunta: "¿Por qué lloras? Está lloviendo ¡Te gusta la lluvia!" Contemplo su rostro angelical y contesto que no lloro "Simplemente es lluvia" le digo sonriendo mientras me seco las lágrimas dándole la espalda.
Observo cómo se me aleja la vida a través de sus ojos oscuros al darme la vuelta y de pronto todo se disuelve ante mí y regreso a la realidad donde me esperan interrogantes sin respuesta.
Confianza, dolor, identidad, quizás amor, quizás tristeza. Se me acumulan en la cabeza y no dejan de gritar mi nombre mientras yo no paro de repetir el suyo.
Quiero abandonarlo, quiero dejarlo atrás. No es más que un cualquiera, no es más que él.
Y mientras tanto una niña se balancea en el columpio en frente de mí y me mira sonriendo. Ella sabe las respuestas a mis interrogantes, ella es la que lo sabe mejor que nadie, ella sabe lo que está pasando.
Se acerca corriendo y me besa en la mejilla, de repente su vestidito de suave color se transforma en unos brazos envueltos en un jersey negro que me aprietan y me devuelven a la realidad.
Otra vez aquí.
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