lunes, 25 de julio de 2011

Donde seguir y rendirse son un mismo callejón (sin salida).

Creo que he llegado a ese punto donde el dolor y la alegría se funden en un mismo sentimiento.
Donde todo lo que me pasa se resume en una vieja canción. Y en tu sonrisa, siempre en tu sonrisa.
He llegado a ese punto en concreto donde la razón gana a la imaginación.
He llegado al final del camino, al final de tus brazos. Siempre llegando al final de tus brazos, donde rozo tus manos hasta la punta de tus dedos y me dejo caer. Y me dejas caer.
Llego cuidadosa, sola y arropada por tu piel al final. Veo, contemplo por última vez tu mirada oscura y llena de sentimientos vacíos, ignorantes, indignos y hermosos. Siempre sentimientos hermosos. Siempre sentimientos tristes.
Y caigo, resbalo y dejo de creer. Creer en esa mirada llena de falsa y atractiva incomprensión, creer en algo más que en mentiras sobre un pasado mejor.
"¿Cómo he podido llegar aquí?" susurro. "¿Por qué me ha dejado ir? ¿Por qué?"
Pasaba todas las noches en tu pecho donde rendirse o seguir eran dos callejones distintos, opuestos.
Ahora las paso dormida en el suelo donde rendirse y seguir son un mismo callejón sin salida.
Pasaba toda las noches sonriendo, observando desde fuera el presente, olvidando el pasado y huyendo del futuro.
El olvido acudía siempre puntual, me otorgaba una dosis de tus besos y otra de tus caricias. Fue tan dulce olvidar aquello que ahora se me hace tan fácil como doloroso recordarlo, recordar el olvido.
"Pensé que nuestro amor duraría por siempre" murmuro acostada a tus pies.
"Pensé que rendirse seria una opción" vuelvo a hablar, cansada.
Allí, atrapada en el callejón, cierro los ojos y callo.







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