lunes, 30 de abril de 2012

Huidas, sonrisas y palabras embotelladas.

-No me gusta la realidad, no me gusta mi realidad. Quisiera huir, huir de aquí y perderme en un bosque o quizás en una playa desierta. Quisiera que el mundo no girara tan deprisa. ¿Tú no? Quiero decir... ¿No te gustaría salir corriendo de aquí, ser felices sin más, sin tener que hacer nada para mañana, sin preocupaciones de ningún tipo? A mí me encantaría, ya lo sabes, huir, correr, marchar, salir de aquí con la única compañía de un papel y un bolígrafo. No sé, pero no creo que sea tan difícil, lo que pasa es que la sociedad nos absorbe hasta el punto de creernos parte de ella cuando, en realidad, nacimos independientes y capaces de crear nuestro propio mundo. Mira, sé que no es el momento ni el lugar para decirte esto, pero necesito ser sincera con alguien de una puñetera vez por todas: Me odio. Sí, me odio y ya está, aunque quizás sería más correcto decir que odio a lo que me hizo ser así. Todos los días son iguales, una rutina sin fin en la que la perjudicada siempre soy yo, una espiral de emociones cambiantes que siempre me hacen acabar tirada en la cama con sentimiento de culpa y tristeza. No me digas que tú nunca lo has sentido. No hace falta ser tan estúpidamente inconformista como yo para sentirlo. ¿Acaso tú no sientes esa presión que no te permite vivir? 
Y míranos, rodeados de humo, olor a alcohol y esta asquerosa canción que se pega hasta en la piel intentando que la vida no nos toque, huyendo de algo inevitable de manera penosa, creyéndonos invencibles e intocables, creyéndonos de verdad algo grande cuando somos lo peor ¿Entiendes lo que quiero decir?¡Lo peor!
De verdad, te lo juro, quiero irme de aquí. Quiero marcharme y olvidar quién soy de una vez por todas. Quiero huir, por favor, ven conmigo.

-Claro, hermosura, claro que huiremos, pero... ¿Qué tal si antes de eso bailamos un poco? Ya sabes, para romper ese lago de lágrimas que se te forma en los ojos y para verte sonreír de nuevo.

jueves, 26 de abril de 2012

Los pajaritos poetas de un frío Septiembre.

Su mirada caía en picado hacia el suelo y se vaciaba llenándose de nada y empapándose de recuerdos sucios y dulces. Sus ojos parecían pozos profundos cubiertos con una claridad azulada debido al cielo despejado y brillante que se reflejaba en ellos cuando se atrevían a despegar del suelo y hundirse en la belleza del cielo.
Su rostro permanecía iluminado por la sonrisa enternecida de las golondrinas que volaban atravesando esa luz y por qué no decirlo, atravesando su corazón, buceando en sus profundidades, mezclando sus sentimientos y mareando a su tristeza mal disimulada.
Sus cabellos se enredaban entre sí, trenzándose y formando bonitos mechones que colgaban por encima de sus hombros frágiles y sedosos.
Esa palidez suya, casi blanca, resplandecía incluso cuando la luz del sol brillaba así, de esta manera tan intensa y especial. Y ella lloraba por dentro cuando se daba cuenta de lo inmensa que era su belleza y de lo sola que se sentía contemplando nacer las flores cada primavera, viéndolas morir y viéndolas renacer. Ella sufría inmensamente cuando las lágrimas cristalinas que resbalaban por sus mejillas eran inevitables, imposibles de contener y en esos casos se tiraba en la hierba pensando en cómo regresar a casa sin perderse de nuevo, sin llorar de nuevo, sin sentir de nuevo.
Oía a los pajaritos cantar bonitas melodías y las repetía, creyendo que aquello era poesía, poesía como la que solía leer en tardes de Septiembre donde todo se tornaba frío y viejo y los pajaritos poetas no cantaban ni volaban, dormían entumecidos por el frío y temerosos del futuro Octubre.
Nadaba entre versos, sí, esa es la expresión más exacta para describir sus tardes de verano tardías, nadaba y buceaba entre palabras que nadie más excepto ella comprendía. Quizás guardaba la esperanza de encontrar así su hogar, de sentirse en casa de nuevo sin mojarse los cabellos, de sentir alegría.
En cualquier caso, se perdía así en las tardes de Septiembre, con su vacía mirada contemplando un cielo que perdía su azul y se convertía en gris, sus cabellos enredados y una mueca triste en sus labios mientras dejaba que la poesía que aquellos pajaritos poetas ya no le regalaban la hiciera sentir de nuevo que es algo más que una pieza de un mundo que no logra comprender del todo bien.


                                                                                                                                      Y nunca lo hará.

domingo, 22 de abril de 2012

Sigues siendo París en una tarde de otoño.// Pequeño homenaje a un grande.

De vez en cuando todo se vuelve Domingo. El cielo se nubla de recuerdos, el chocolate sabe amargo, las matemáticas se dejan para el lunes y el café se enfría con un soplido y, sin más, es Domingo. Sin más, las sonrisas se esconden debajo de la cama, las cartas jamás enviadas temen ser escritas y la Señorita Rock n' Roll no asiste a su concierto. Y sin más, los besos que querías desaparecen.
Es pronto cuando me paro sentada a pensar cómo decirte esto, cómo entrelazar palabras sin sentido mientras te recuerdo. Pero ya es tarde cuando me doy cuenta de que no sé hacerlo, de que después de tantos años este sentimiento de distancia hacia ti se ha agigantado a una velocidad alarmante y ahora no sé ni qué pensar o sentir respecto a ti. Da igual, mañana será lunes y todo será más fácil o al menos eso quiero pensar.
Es bonito imaginarte entre luces de colores, bailando esas canciones de moda absurdas que tanto gustan con un vaso de alcohol en la mano. Es bonito imaginarte contando chistes malos mientras sonríes a las chicas guapas que se te acercan. Es bonito, sí, muy bonito sentir que sigues siendo el mismo aunque sepa que no es así.  Sentir que lo único que importa ahora es tu risa, el lunar cercano a tu ojo y la elegancia de tus rizadas pestañas. Sentir que al fin y al cabo tú estarás estorbando en este hueco de corazón hastiado y quemado que sigue repitiendo tu nombre, que sigue queriendo acariciar tu piel, que sigue creyendo que antes de cumplir los dieciocho estaremos compartiendo algún banco en un parque siendo protagonistas de una escena ñoña pero bonita.
Hoy es Domingo, sí, y mañana estarás ahí de nuevo. Yo te evitaré, pero tú me acariciarás y pronunciarás mi nombre e inevitablemente mi cerebro chillará de alegría mientras mi corazón se llevará las manos a la cabeza preguntándose de nuevo por qué sigues existiendo. 
Y a pesar de todo seguirás siendo París en una tarde de otoño, Londres en un verano templado, una canción de moda y una media sonrisa inyectada en nostalgia.


Una caricia y un poco de miel en los labios mientras te limpio las lágrimas de un amor que te cascó el corazón.


Pequeño homenaje a un grande.
Ayer, 21 de Abril, Robert Smith (The Cure) cumplía 53 años y me gustaría dedicarle un pequeño espacio porque aún siendo una persona lejana a mí ha estado más cerca de mí cuando lo necesitaba que muchos conocidos.
Los que tenéis ídolos sabéis lo que es sentir cerca a una persona que vive muchísimos kilómetros alejada de ti, que habla otro idioma y con la que jamás mantendrás una relación de confianza. Sabréis lo maravilloso que es poder sentir la calidez de su voz, de sus palabras, de sus pinturas...y sentirse en casa, sentirse bien, saber que puedes acudir a esa persona siempre, que jamás te dirá "Sí" pero tampoco dirá "No".
Por eso mismo este espacio te lo dedico a ti, Robert. Gracias por estar ahí, por ayudarme a escribir y a sentir. Gracias por componer y por hacerme sentir tan bien. Ojalá yo haga sentir algún día a alguien como tú me haces sentir a mí.
Gracias por haber estado ahí cuando ya no quedaba nadie. Gracias.







¡FELIZ CUMPLEAÑOS Y CUMPLE MUCHOS MÁS!

jueves, 19 de abril de 2012

El tiempo que corre por tu verde mirada./Gracias.

Vuela el tiempo, vuela y se ríe. El tiempo se desvanece con risas ahogadas por el viento y muere entre susurros y palabras de tristeza. Corre y salta entre los días de un calendario ya roto y desgastado y no hace más que dar vueltas y tocarte la nariz con casi dulzura mientras te recuerda que se va de nuevo y que, aunque mañana vuelva, se volverá a ir.
Y callas, callas tanto que no sabes ya si de verdad tienes algo qué decir. Contemplas la mañana nacer a través de tus ojos excesivamente maquillados y se te rompen las palabras mientras el olor a café y tostadas cala en tus entrañas y el frío de este Abril te hace sentir más débil y triste cada vez que te acaricia. La primavera parece no florecer en tu corazón, aunque tu sonrisa blanquecina y tu piel ligeramente pálida lo quieran disimular.
Y caminas, caminas con el sabor del café en la boca y miras alrededor mientras creas versos en tu mente sobre cada cosa que ves o percibes, sobre cada hoja caída y flor nacida. Tus sueños te hacen cosquillas mientras intentas no llorar al ver su rostro de nuevo y, en cada paso hacia esa nueva vida temes y temes que quizás no tengas tiempo, sí, ese tiempo que huye recorriendo tus mejillas.
Ese tiempo odioso que no te deja reír, ese tiempo que escapa con cada sonrisa y permanece con cada llanto.
El mismo tiempo que ahora corre mientras escribes a la nada en busca de un sueño demasiado difícil, poco posible pero lleno de ilusión.
No huyas, tiempo, quédate conmigo mientras te cuento que, quizás mañana, sea ya primavera.




Bueno, antes de despedirme me gustaría dar las más sinceras gracias. El pasado 17 de Abril este blog cumplió un año, su primer año y esto no sería lo que hoy es sin vosotros.
En un año este blog ha crecido muchísimo, muchos habéis sido los que me habéis leído y para mí eso significa un auténtico mundo. De verdad, muchas gracias a todos.
En especial me gustaría nombrar a ciertas personas que son un gran apoyo para este lugar. Estas personas son: Jack Redfield, Lilii, Someone to hear your prayers, someone who caresÁlvarobd, The Gossip Eye, María Hojas de Papel, Lausaver, Antüan, Walking Disaster, Un pequeño corazón de manzanaAdrianaMarina.
Espero no olvidarme de nadie, aún así, gracias a todos aquellos que leéis o alguna vez leísteis en este cielo gris. Sois parte de un sueño, de mi sueño.

¡Muchas gracias!

lunes, 16 de abril de 2012

The Last Day of Summer.

"Recuerda cómo solía ser cuando el sol inundaba el cielo. Recuerda cómo solíamos sentirnos.
Aquellos días no deberían acabar nunca." To wish impossible things - The Cure.


El cielo ahora está gris. Una capa nubosa y dulce se enreda en el aire y forma extraños y bonitos paisajes que sólo los que contemplan la mañana nacer son capaces de apreciar. Y tu respiración cansada no para, no para jamás.
Las nubes lo han cubierto todo, sí. No han dejado ni un atisbo de luz con la que poder sonreír y, ahora, esas lágrimas que creías malvadas son las únicas que te pueden salvar, esas lágrimas que ahora descienden suavemente por tus ilusiones mientras las bañan y las limpian de todo imposible. Y no sonríes, no.
Has comido una fresa mientras deseabas que su sabor a verano y luz calara en ti tan profundamente como lo hizo ese invierno extraño y amargo que te llenó de confusión y angustia. Te has vestido con ese pijama cálido y de textura familiar para poder percibir un poco de alegría, de alegría inyectada en él. Sí, en él, ya sabes quién.
Tenías sueños, muchos sueños, sí. Eran dulces y bellos, tan dulces y tan bellos que ahora se convirtieron en agua y, ni siquiera en la oscuridad grisácea de una primavera invernal has podido recuperar parte de la esperanza que guardabas, parte de ti almacenada en un tarro de cristal. Y sientes pena, mucha pena.
Antes era más sencillo, claro. Antes, cuando la impecable sonrisa de cada nuevo día te acariciaba con su frialdad te sentías dichoso, eternamente feliz. Amanecía un nuevo día y con él, un millón de oportunidades se enredaban en tu cabello y te susurraban bellas palabras de ánimos.
Ahora, rara vez deja de llover y mientras cantas esa canción intentando así eliminar todo sentimiento de dolor recuerdas y recuerdas sin poder evitarlo. Recuerdas sin quererlo, pero recuerdas.
Todos los días son el último día de verano cuando en tu corazón se implanta la eterna y horripilante idea de que todo se hundirá sin previo aviso. Todos los días son Septiembre cuando las ráfagas de viento te llevan al mar y te incitan a naufragar y abandonar. Y aún así, guardas la esperanza de que esa ventana que permanece abierta dé paso a un nuevo día soleado cuando lo único que hace es dejar entrar la lluvia que ahora te empapa por completo. Y aún así, sigues escribiendo cartas al verano que todavía no llegó rogándole que no sea tan cruel, rogándole que no te regale otro último día de verano tan frío.


Y piensas que será en vano mientras recuerdas cada verano y su último día.

The Last Day of Summer.

jueves, 12 de abril de 2012

Aquel poeta idiota que se hería con cada verso.

Él no caminaba, él no caminaba por las calles de Madrid con un cigarrillo en la mano como es usual. No, él era de los que se quedaba en casa los días lluviosos (que para él lo eran todos) y escribía versos y más versos que no se unían entre sí, que no emprendían el vuelo y no se hacían suspiros. 
Sus manos delicadas y femeninas sujetaban con firmeza la pluma y la deslizaba por el papel como una bailarina experta ágil y fina. En el papel trazaba palabras, palabras que pretendían ser algo más que letras unidas y sentimientos escupidos en forma de tinta. Sus palabras pretendían ser grandes, ser hirientes, hermosas, dulces y enigmáticas, pero tanto pretendían ser que sólo eran palabras.
Cuando él escribía se sentaba en una gran butaca vieja y descolorida cercana a la ventana. Apoyaba su papel en una mesita de cristal y, mirando a través de la ventana esperaba, esperaba y esperaba. Esperaba que quizás, las gotas de lluvia que se adherían a su ventana le trajeran respuestas, pero jamás lo hacían. Esperaba que la mañana fría y el olor a café inspiraran sus versos, pero sólo lograban herir su corazón ya dañado por tantos zumos de naranja sin compartir.
Me duele el alma. Me duele el alma y pierdo la consciencia con cada palabra mal dicha y mal escrita. Y son tantas, hermosura, son tantas...
Así escribía sus palabras cada día, con un toque triste y dulce, con ese toque que sólo los que escriben por necesidad conocen. No se conocía así mismo cuando navegaba a través de tantas letras y tantas penas y, con los ojos cerrados, se sumergía en sí mismo esperando, siempre esperando a que algo más pudiera ayudarle, algo más que las letras y las manchas de tinta que vaciaban su mirada.
¿Y por qué, por qué, musa de la literatura? ¿Por qué no acudes y me acaricias? Dime por qué yo, solo y triste, debo seguir adelante sin saber hacia dónde voy. Dímelo ya, reina de la poesía, ¿Qué puedo hacer yo para no ser así y ser belleza y versos?
Se desesperaba y enloquecía en su oscura y lluviosa habitación. Gritaba y lanzaba los papeles al suelo, manchaba la alfombra de café y lloraba ahogado en pena. ¡Qué tristeza verle así, tan vulnerable y entristecido como una mariposa a la que le robaron las alas! ¡Qué pena ese poeta que rezaba a la lluvia y moría cada noche!
A veces, a veces me creo muerto en un mundo de vivos. Tan muerto y tan frágil como una cucaracha atrapada en una cocina, desorientada, mínima e incapaz de comprender el revuelo a su alrededor. A veces creo que ya he muerto y que permanezco aquí, castigado y enmudecido por mero capricho divino. A veces, pequeña, a veces te miro y te creo hermosa.
Ya se le hacía tarde, eso creía el poeta de la boina torcida y mirada cansada. No entendía su existencia y quería desaparecer por siempre. 
No le fue del todo difícil. A penas dejó manchas y, con un último suspiro abandonó el mundo. Sí, el poeta idiota se consumió como lo hace un cigarrillo en una noche helada. Se consumió y tan sólo dejó alguna poesía mal rimada y algunos versos sin sentido que lloran la ausencia de su autor.
¡Qué poeta más idiota aquel que se encierra en la poesía de su interior y no es capaz de ver más allá de la mirada suave de la lluvia!





domingo, 8 de abril de 2012

See you soon.

Ya se han cerrado todas las ventanas que permitían entrar un poco de aire fresco a mi vida. La primavera las ha cerrado porque siempre me ha odiado. Yo sé que la primavera no me tiene ningún aprecio, pero guardaba la esperanza de que quizás, después de este invierno tan frío, me pudiera abrazar con su delicadeza.
Las puertas también están cerradas y no son capaces de abrirse ni siquiera un poco para dejar entrar la claridad a este corazoncito que se encoge con el sonido de la armónica y con un sólo acorde de guitarra.
Los gorriones se han ido o vuelven, nunca lo he tenido muy claro, pero no importa tampoco. Huyen y por eso los admiro. Yo también quisiera huir, pero esta primavera me provoca claustrofobia y no me deja ver la salida.
Recuerdo las palabras, todas las palabras que he tenido la suerte de escuchar a lo largo de mi vida. Las palabras son maravillosas y me han dado ese apoyo que necesito, ese espacio en el que puedo moverme con libertad y ser y no sólo limitarme a estar.
Hoy, aquí, en una profunda oscuridad rota por el tecleo frenético de mis dedos y por una canción suave y bella me imagino dentro de unos años y sonrío. Todas estas preocupaciones morirán y nacerán otras, y siento emoción porque tengo ganas, tengo ganas de hacer lo que quiero y ser libre por fin. Sentir añoranza de lo que ahora tengo a mi lado y dejarme acunar por unos brazos que me consolarán al caer la noche y en la llegada de las lágrimas a mis ojos.
Podría decir adiós esta noche, podría llorar, podría reírme o podría dormir hasta mañana sin pensar y sin sentir. Podríamos vernos al anochecer, pero para ello debes saber de mi existencia y sobra decir que no sabes ni mi nombre. Todavía.
Podría recordar, recordar y nada más. Podría comer un bombón o cantar una canción hasta que se me cierren los ojos. Podría escuchar el silencio y todo lo que me quiere decir, pero me da miedo y prefiero ignorar lo que más tarde explotará y llenará todo de tristeza.
Y de todo lo que podría hacer, me quedo con escribir e imaginar porque lo llevo dentro, porque es lo único que me gusta hacer, porque así soy de verdad yo y puedo crear algo con lo que la gente se sienta bien. Escribir es la única manera que conozco de resultar bonita, y ni siquiera lo consigo cuando las palabras se tropiezan unas con otras como ocurre esta noche. Qué dolor la vocación de escritora...
¡Qué bonito está el cielo, parece un manto estrellado! Y lo digo sin mirar a través de la ventana, lo digo con la mirada fija en mi interior donde varias luces se encienden para apagarse al final de la canción.

Cuántas letras y qué poco contenido. Cuánto sufrimiento y qué pocos argumentos. Cuántas bocas y qué pocos besos. Cuánta alegría y qué poco sitio para ella.
Espero verte pronto y si lees esto que te vaya bien.




Y si no, pues también.

jueves, 5 de abril de 2012

Otro Jueves (con mayúscula) más.

Has vuelto y sonríes. Te has encontrado con tu pasado, con las sonrisas huidas y con el verano que desperdiciaste llorando.  Y esa cama situada cerca de la ventana sigue acunanado tus miedos y tus desilusiones mientras recuerda como te abrazaste a sus sábanas mientras buscabas olvidar.
Ahora en cambio no hace calor y ya no te asfixia la pena y el dolor. Ahora nieva y llueve, y el frío cala en tus pies provocando escalofríos familiares y dulces.
Ahora la carretera que recorriste hace unos años ya no te parece tan larga y las alegrías que pueblan tu corazón son sinceras y brillan. Este Jueves Santo no trae más penas de las que suele traer y los buñuelos endulzan las tardes.
Siempre te ha gustado la Semana Santa, como a mí. Y estás aquí, en el lugar más bonito del mundo para pasar esta Semana mientras te preguntas todavía si habrá alguna salida que no te cierre el miedo. Si serás capaz de sobrevivir de nuevo.
Yo mientras te invito a otro buñuelo y te cuento las ganas que tengo de crecer y de estudiar griego, de empezar a utilizar un diccionario de latín  y, de más tarde, estudiar una carrera de letras, de esas que no sirven para nada. O eso dicen.
Te cuento las ganas que tengo de tirar mi futuro por la borda y de sonreír a la lluvia a la una de la mañana.
Tú sigues sonriendo, con esa sonrisa casi estúpida y bonita de la que me enamoré. Sigues bebiendo ese Cola-Cao vestido con un viejo pijama de dibujitos y escuchas lo que cuento como si te interesara.
A veces te imagino así y me resultas adorable.
Y seguimos siguiendo, seguimos existiendo y rara vez viviendo. Seguimos rellenando vacíos y recordando cada mirada dormida.

Ya es Abril y te pido que, por favor, te olvides y te alegres ya.  Te pido que dejes de llorar, que la primavera no te pille tirando la toalla una vez más.
Fix you-Coldplay.

domingo, 1 de abril de 2012

Delirios de una noche de Abril.

Yo no suelo comentar mis entradas, no suelo explicarlas porque prefiero que vosotros les saquéis el significado que consideréis oportuno pero con esta entrada me gustaría hacer una excepción. Espero que me perdonéis.
Me gustaría que leyerais esta entrada escuchando esta canción: Plainsong-The Cure. (la podéis encontrar en el reproductor del blog) o que al menos la escuchéis en algún momento de vuestras vidas. Vosotros os preguntaréis por qué esta recomendación y yo os contestaré que sin esta canción, yo no hubiera podido escribir esto. Ni esto ni casi nada.
Para mí es la canción más maravillosa jamás escrita, es pura magia, pura inspiración.
La siguiente aclaración la haré al final, después de que hayáis leído y juzgado.


-Ya soy vieja. Mi piel ya se ha arrugado y ya no guarda el brillo de antaño. Mira mis ojos, ya están enrojecidos por el peso de los daños y mi pelo, mi pelo es ahora tan lacio y débil que pienso que cualquier día caerá y dejará mi cabeza desnuda por completo. Mira, mírame bien, ya no soy la niña bajita que reía cuando llovía y lloraba cuando el sol brillaba.

-Hace mucho, mucho tiempo te creí eterna. ¿Sabes? Como una margarita blanca y risueña que canta cuando llega la primavera y duerme todo el invierno mientras espera que una niña con vestido de lunares se fije en ella.
Ahora veo que no lo eres, que te has perdido y que sueñas cuando cae el otoño y las hojas marrones cuelgan de los árboles desnudos y enclenques.

-Creo que esto es demasiado oscuro, mira hacia allá. Esas nubes grises caerán sobre nuestras cabezas y nos empaparán por completo mientras estamos aquí hablando con la voz entrecortada y los susurros ahogando nuestra verdad. Creo que en cualquier momento llegará el final, sí ya sabes, ese final con el que el mundo estallará y los recuerdos se olvidarán. Creo que, aún así, tú y yo seguiremos aquí porque... ¿A qué otro lugar podríamos ir?

-No lo sé, quizás podamos naufragar por nuestros mares y gritar a las sombras que somos inmortales. Quizás podamos ir al lugar donde descansan nuestros secretos para abrir el sobre donde duermen y sorprendernos cuando comiencen a volar. O quizás, si quieres, podemos dormirnos uno encima del otro y soñar que jamás estaremos separados.

-Ya sabes que me encantaría resguardarme en tu pecho y abrazarte de nuevo, sentir la suavidad y la comodidad de tus ropas en la mejilla y cerrar los ojos mientras me pierdo en tu olor delicioso. Ya sabes que me encantaría, pero ya es tarde y sé que has sido abrazado tantas veces...-sonríe nostálgica-. Creo que estamos locos y que ni aún abrazándote lograría estar cerca de ti.

-Quizás tengas razón, pero yo también soy viejo y yo también siento la pena nacer en mí. Te recuerdo tan bien, eras esa bonita chica de los ojos grandes y sonrisa de fresa que me quería. ¡Me querías! Ojalá no hubiera dejado que el tiempo dañara tanto el sentimiento de cariño que afloraba en nuestros corazones, aunque más en el tuyo que en el mío. Yo hice muchas tonterías, muchas, pero jamás quise dañarte. Y ahora, ahora contemplo tus ojos llorosos y las ganas de querer que asoman por tus mejillas sonrosadas y envejecidas y me siento culpable. Yo sé que fui tu amor imposible e inalcanzable y que pensabas en mí como la perfección luminosa que buscabas.

-Hay cosas que no entiendo, hay tantas cosas que jamás entenderé...No entiendo esa dulzura impecable, esa dulzura suave y bebé, esa dulzura que recorre todo mi cuerpo cuando hablas y suenan las guitarras que guardas. No entiendo cómo, cómo yo, la niña que quería ser escritora se muere aquí y ahora por tus ojos chocolate y no comprende y no ve más allá de ti. Juro que no lo comprendo y..y...no sé hablarte, no sé hacerlo. Siento tanto aquí dentro, este nudo en la garganta, esta impotencia, estas ganas de abandonar y huir. Juro que no lo entiendo y si ahora estoy llorando, pido perdón, porque ni siquiera soy capaz de notar la humedad en mis mejillas cuando estás cerca.

-A veces, a veces me haces sentir como si viviera en otro mundo. Esas palabras que pronuncias, esa brutalidad con la que sientes y me haces sentir.  De verás, esa sonrisa que dibujas ahora, esa sonrisa entristecida que tu labio inferior esboza es la razón fundamental de mi existencia, de la existencia de este mundo que me creo contigo a mi lado. No pidas perdón por llorar, no pidas perdón por humedecer tus mejillas porque yo soy la causa de esa pena, yo soy el culpable y el dolor que nace en ti. ¡Me odio, me odio, me odio! ¿Por qué fui así, por qué te digo esto ahora cuando ya es tan tarde?

-No importa, de un momento a otro empezará a llover y yo me convertiré en agua y tú me olvidarás. No importa porque ya soy vieja y los años me consumen un poco más cada vez que hablas y has hablado tanto...
De verdad, no te preocupes, seré una muestra de amor para los futuros enamorados y salpicaré sus flores y sus sonrisas para recordarles que el olvido existe, que todo acaba y que la muerte del sentimiento es la peor, el vacío que deja, el miedo que crea no lo cura nada.

-No te olvidaré, jamás lo haré. Lo prometo. ¡Lo juro, lo juro! Jamás te olvidaré.

Después empezó a llover y no quedó más rastro de ellos, no quedó más rastro que las palabras pronunciadas y las que quedaron por pronunciar.


Los que me leéis a menudo sabéis que suelo ser más descriptiva y que rara vez utilizo los diálogos porque no me gustan, salvo hoy.
En esta entrada he plasmado dos realidades habituales y cotidianas, aunque os parezca imposible. Una de ellas es el paso del tiempo y la otra, el desaprovecho de las oportunidades que cada día la vida nos pone delante de las narices.
Aunque esta entrada tiene un toque y un espíritu triste y melancólico me gustaría que sirviera para que sigáis adelante pase lo que pase. Somos jóvenes, uno siempre es joven si así lo cree, y la vida nos pone razones por las que seguir y luchar delante de nuestras narices día a día.
Hace unos días os preguntaba que cuándo algo es imposible y debemos dejarlo atrás. Ahora os digo que jamás lo debéis hacer porque quien se rinde, fracasa, pero quien lucha y pierde, gana. Siempre.


No dejéis que el tiempo os atrape y que se abalance sobre vosotros el arrepentimiento de no haber luchado. Continuad a pesar de todo.