sábado, 29 de diciembre de 2012

"Don't let this magic dies."



¡Abrázame! ¡Abrázame fuerte y echaremos a volar! ¡Te lo prometo! gritó eufórico y sonriente, con esa sonrisa inocente en sus labios y esa mirada divertida. ¡Abrázame fuerte, pequeña, la tristeza no es más que una tontería de muggles! rió.
Yo también reí, claro. Y corrí lo más rápido que pude hasta él, lo abracé con fuerza y le susurré al oído cosas bonitas, esas cosas bonitas que sólo se dicen en Navidad porque el resto del año somos demasiado cobardes.

Más tarde recuerdo haber hablado de últimos bailes, de bufandas extrañas, de cáscaras de frutos secos y de elfos domésticos libertados. No sé, no recuerdo que fuera una conversación especialmente extraña, pero sí recuerdo que su mirada se clavaba en la mía con dulzura y que cada vez que él hablaba unas chispas magentas se escapaban de su boca. Y mirad, si os soy sincera, dejé de pensar en lo demás y me centré en él y en mí como una estúpida cualquiera. ¡Yo qué sé! Por primera vez me dejé llevar... No pensaba en nada importante, todo lo que me venía a la cabeza era frívolo. Por ejemplo, pensé en qué opinaría él de mi vestido negro azabache, en qué pensaría de mi forma de sonreír o en si se me notaría mucho el exceso de maquillaje en los ojos. No había mucho en lo que pensar, claro.

Recuerdo que, después, cuando la gente ya había abandonado la sala, él me ofreció su mano para bailar. Y no me negué, claro, no podía hacerlo. Entonces él pasó a ser un cabeza hueca como Krum y yo me solté la melena como Hermione.  Y simplemente bailamos, mal sí, pero bailamos y todo lo que parecía importante en un principio ahora desaparecía por completo. Dejé que el me agarrara, me condujera y me apartara el pelo de la cara. Dejé que todo avanzase y que la magia jugara a sus juegos.

Ahora lo recuerdo, tengo ese recuerdo clavado en mi pena nocturna como una diamante incrustado en azabache. Pero este recuerdo no es un recuerdo vivido, sino un recuerdo imaginado. Y esto que lees con cara de aburrido no es más que una locura para paliar la tristeza de los días vacíos.
Y me da igual lo que pienses de esto, pero cree en la magia y sonríe.









Y vuelvo a escuchar esa canción, y vuelvo a creer en algo más allá aparte de institutos, libros, bares, tiendas, familias o amigos de pacotilla.

Vuelvo a creer en eso de que la magia existe...
...y funciona.



domingo, 16 de diciembre de 2012

"Dance Me to the End of Love."


Ella era poesía. Yo no lo sabía hasta ese baile, pero ya lo intuía. Era fácil, sencillo. Aquel movimiento de caderas, aquella manera de ser, estar y parecer. ¡Sus atributos! Qué decir, qué decir de esa decadente forma de hablar. Las palabras se derretían en su boca como caramelo y su mirar se fundía con la luz que lo iluminaba. Qué decir de sus brazos perfectamente esculpidos, de sus anchos muslos, de sus caderas poco estrechas y de sus pechos de talla 90 y subiendo. Oh, qué decir de esas mejillas rosadas, de su rostro imperfecto, de su nariz pequeña y pizpireta. Qué decir de su peculiaridad, de su 1,55 a lo largo y de su impecable torpeza al bailar. Era, oh sí, era todo lo que un hombre quisiera tener en sus brazos una noche de domingo. Abrazarla, acariciarla, hacerla el amor y contemplarla dormir y suspirar.

Era domingo o algo así cuando como un pervertido la contemplaba desde mi ventana. Ella se estaba desnudando en su habitación para ponerse un camisón. Oh sí, aquel camisón de fina seda rosácea que le tapaba un poco más abajo de las rodillas dejando trabajo que hacer a la imaginación de todo hombre. Vi cómo dejaba caer (ella nunca tiraba nada, demasiado vulgar para una criatura tan divina) su sujetador al suelo, cómo se soltaba el pelo y dejaba caer el coletero, de nuevo, al suelo. Estaba lejos, pero pude oler su fragancia a champú de frutas y extractos de bambú. Estaba lejos, pero pude imaginar su expresión en la cara: divertida, atrevida, sensual. Todo en ella era así.
Era domingo o algo así cuando desde mi ventana creí enloquecer como un vulgar pervertido ante tal maravillosa escena. Y no sé cómo, creo que un impulso salvaje se apoderó de mí cuando decidí abandonar mi posición en la ventana y llamar a su puerta. Lo hice, oh sí, lo hice y, Señor, eso fue lo mejor que hice en mi  aburrida e insulsa vida. 

Ella me abrió la puerta y mis ojos absorbieron su figura como esponjas sedientas. Sonreía, sí, sonreía y guardaba en la mirada unas juguetonas ganas de jugar, conmigo claro, pero qué demonios, nada me importaba. Yo sería su juguete si ella así lo quería.
Me agarró de la muñeca y con una sonrisa torcida me condujo hacia el salón donde me preguntó quién era. ¡Menuda pregunta más inoportuna! ¡Cómo iba yo a acordarme de quién era en semejante situación! Su piel tocando la mía provocaba un incendio inapagable debajo de mi piel, no me salían las palabras, estaba temblando. ¡Oh, gran Safo qué razón tenías! 
Empecé a acariciarla y ella reía. Reía y hablaba de yo qué sé qué. Hablaba y hablaba, reía y reía y yo sólo la acariciaba y le devolvía las risas sin saber por qué. En algún momento empezó a sonar Dance Me to the End of Love de Leonard Cohen y empezamos a bailar. O quizás no y yo me lo imaginara. O quizás no y todo fuera fruto de alucinaciones causadas por aquel baile hacia el infinito de un beso.

Mi mano en su cintura y la suya en mi hombro.
El delicado frufrú de su camisón contra su piel y la mía, ardientes las dos.
La noche cayendo, desmayándose ante tal belleza.
El frío rindiéndose ante el calor y la ropa dejándose caer, de nuevo.
Dos cuerpos desnudos bailando y Leonard Cohen alimentando el amor.
Dos cuerpos desnudos bailando hacia el inexistente fin del amor.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Ojalá todo sea un mal sueño, Elise.

Se te rompe el alma, pequeña, se te rompe el alma poco a poco. Se viene abajo el mundo totalmente utópico que formaste en tu imaginación y tienes miedo. Esto no estaba planeado, yo siempre seré un soñadora, te repites esperanzada y con lágrimas en los ojos. Esto es imposible, no me puede estar pasando a mí, pero sí, te está pasando y no puedes evitar temblar envuelta en tu edredón, con el calor sonrojando tus mejillas y las lágrimas limpiando los restos de rímel que quiso ensalzar tu mirada ahora perdida. 

No puedes evitar llorar, sentirte sola y vacía, pero aún así tienes que sonreír. Los demás no entenderían tu situación y, como siempre, coges lápiz y papel y empiezas a vomitar palabras en forma de cadáveres de tristeza. Y te ahogas con tus propias lágrimas y un nudo incómodo se te forma en la garganta. Te derrumbas ante tal enredo de sentimientos y emociones. ¿Qué te está pasando, pequeña? ¿Qué le ocurrió a tu fuerza, a tu alegría, a tus ganas de volar? ¿Acaso has perdido lo que te caracterizó un día para convertirte en un fantasma gris y lloroso? ¿Acaso temes lo que te rodea? ¿Temes la realidad, pequeña?

Sé que te sientes prescindible, que los que un día te sonreían ahora te dan la espalda, que tu trabajo no es entendido ni valorado y que la soledad puede contigo. Sé que poco a poco te rindes, que regresas sola a casa y que las tardes de los viernes ya no son lo mismo. Sé que te pierdes en librerías y en tiendas de música para olvidar y que te duermes recordando el pasado para sonreír. Sé que te levantas y lo único que quieres es volver a acostarte. Sé que el mundo gira demasiado rápido para ti, que vives en una sociedad en la que no encuentras tu lugar y en la que no sabes dónde está el equilibrio.
Sé que estás triste, que ahora estás derramando lágrimas de infinita pena y que buscas un abrazo y un hombro que ahogue tus sollozos. Sé que se te agotan los versos y se te esfuman las ganas de seguir.

Y yo, pequeña, yo no soy quién quieres que sea. Yo soy tú y te escribo para calmar y deshacer el nudo de tu garganta. No sé cómo animarte, no sé qué hacer ni qué escribirte, Elise, para paliar tu melancolía. No sé qué intentar que no haya intentado ya.

Ojalá el mundo no fuera tan cruel con los que nos creemos diferentes. Ojalá toda esta tristeza se ahogara bajo la lluvia y no quedara nada más que un vago recuerdo de una Elise llorosa y encogida entre mantas.

No sé quién soy, Elise, ni quién quieres que sea esta noche, pero te quiero. Y nada cambiará eso.


De una Elise cansada para una Elise derrumbada.


domingo, 9 de diciembre de 2012

"No pares de sonreír, no te vayas aún."

Se rompe, se rompe, se rompe y no lo puedo evitar.
¿Puedes tú callar la tristeza sin llorar?
¿Puedes tú estrangular mi miedo con un abrazo?
¿Puedes tú, puedes?

Cae la noche, la magia desaparece.
Ya no queda alcohol, ni música hortera.
Sólo estamos tú y yo sumidos en un baile de miradas,
sumidos en un adiós que no llega,
en un sentimiento que no regresa.

"Quiéreme, quiéreme más.
No pares de sonreír, no te vayas aún.
Prométeme un nunca jamás,
un nunca jamás sin ti."

Te veo reír, te quiero tanto.
Te veo reír, te aborrezco tanto.
¡Te veo reír y se me cae un sueño!

Pero dime ahora que no nos escucha nadie,
dime qué sientes. Qué hay ahí, dentro de ti.
Dime qué sientes cuando me ves,
cuando me imaginas frente a ti.

Pero dime ahora que todo se ha roto,
dime ahora si podrías tú estrangular mi miedo.
Si podrías tú callar mi tristeza.
Si podrías tú abrazarme...

...Y detener el tiempo.


sábado, 1 de diciembre de 2012

Versos para el musgo de tus ojos.

Podría besarte, nada pasaría.
No se detendría el tiempo, no bailarían lo azulejos de la cocina. 
Podría besarte, acariciarte. 
No sentiría calor, no existiría la esperanza que otorgan las luces eternas. 

Podría mirarte, perderme en tus pupilas. 
Nada cambiaría. 

Podría atrapar el gris de tu mirada, convertirlo en verso.
Callar las noches del silencio,
hacer hablar a las ranas,
robar al imposible su prefijo.

Podrías besarme, escribirme una poesía.
Nada cambiaría.

Quisiera perder la nostalgia,
enterrarla en el musgo de tus ojos.
Que no sonaran más pianos,
más soledad embotellada.

Podría dormir a tu lado, enredarme en tus pestañas.
Nada cambiaría.

Podría encerrar cielos nublados en un corazón,
desencadenar los más brutales oleajes,
arrodillar Gijón ante tus pies,
vaciar miradas de pena.

¡Podría susurrar a los árboles, que me escucharan,
adormilar el júbilo de una sonrisa,
apagar todas las luces al miedo,
beber las lágrimas del mundo!

¡Podría convertir todas las miradas en tristes,
saciar la sed de los enamorados,
enamorar a los sin corazón,
resucitar la alegría de los sollozos!

Podría, lo haría.
Nada cambiaría.




domingo, 25 de noviembre de 2012

La soledad de los pronombres.

Es raro esto de meterse en la cama y que cese el frío. Es raro esto de acariciar los últimos minutos y no pensar en nada (nadie) y poder notar el pesado vacío entre los párpados sin que duela. Es raro esto, digo, es raro esto de que los libros te abracen y las palabras te llamen. Es raro, sí, es raro vivir el presente sin más, sin unos ojos chocolate penetrando en el corazón como dagas plateadas y relucientes. Es raro lo que pasa cuando todo pasa.
Y pienso en silencio mientras un poeta loco lanza improperios desde el lado izquierdo de la cama:
"Pobres determinantes subordinados a un nombre. Pobres adjetivos, pobres. Yo de ser palabra sería  un pronombre. Nada de concordancia en género y número, nada de acompañar para dar sentido. Sería un pronombre personal tónico, un pronombre bonito y con el acento bien marcado. Detrás de mí verbos, complementos y demás me pueden seguir, pero yo quisiera ir al principio, curarme en salud y abandonar al resto de la oración con mi condición de pronombre. 
Sí, yo quisiera ser pronombre por eso de su soledad bien llevada."
Es raro, ya, es raro el hecho de que sea domingo y no huela a miedo. Es raro que sea domingo y ningún gnomo de jardín grite con voz chillona dentro de mí. Y es raro eso de estudiar griego en diez minutos y acordarse (aún) de las tres declinaciones. 
Es raro y triste no ser abrazado por las ganas de abrazar. Es raro que no reconozca el aroma a sábanas limpias, a champú para cabellos rubios o a pasta de dientes. Es raro, sigo diciendo, es raro que eche de menos y no sepa el qué (a quién). 
Y pienso de nuevo con la mirada perdida en el musgo de unos ojos serenos y buenos:
"Tengo miedo a no alcanzar lo que quiero. Tengo miedo de quedarme a medio camino. Tengo miedo porque no sé si mis palabras son lo suficientemente buenas. Tengo miedo, miedo a fallar y no conseguirlo. 
¿Ves? Si fuera pronombre no tendría miedo. Los pronombres son los "Juan sin miedo" de la morfología. Te lo digo yo, que aún soy una estúpida conjunción, que aún estoy ahí, en medio, ansiando obtener mi función sintáctica en esta oración que no lo es, pues perdió el sentido nada más empezar yo a escribir. "
Y mientras el poeta del lado izquierdo de la cama sigue lanzando versos malsonantes, me prometo a mí misma, alzando el brazo derecho hacia el techo, con la mirada fija en esos ojos invisibles:
"¡Algún día seré sujeto!"

Es raro, sin duda. 





sábado, 17 de noviembre de 2012

"After all this time?"

(De escucha obligatoria mientras se lee.)

Te has ido y sé que te estás alzando en algún lugar lejano. Te has ido ya y sé que en algún lugar lejano y bello, en algún lugar lleno de luz estás extendiendo tus brazos hacia el cielo, estás abriendo la boca y un grito de júbilo fino y dulce se está escapando de tus labios. 
Te has ido, sé que me recuerdas, que recuerdas este mundo y que eres feliz allí, donde una bóveda colorida cubre los días y donde las noches oscuras duermen eternamente, como tú te has dormido para mí, para el siempre.

¡Sé que te estás alzando, sé que estás respirando un aire puro y cristalino! Sé que no podrás, que no podrás desaparecer jamás. Tu grandeza se consume en este mundo desde el cual te añoro, desde el cual mi mirada se apaga y se enciende empapada en lágrimas. Sé que estás bien, que en ese lugar lejano y alto la existencia de una felicidad plena te está resucitando. 
Extiende tus alas y vuela por la eternidad, sé que aquí no pudiste hacerlo. Extiende tus brazos y abrázame desde tu cielo, vigila mis pasos, cuida de mí desde ese mundo maravilloso que te cobija ahora y para siempre.

Siempre serás una llama que cuidará de mi oscuridad. 
Siempre serás el color y la armonía de la esencia que me llena. 
Siempre, incluso cuando la eternidad llegue a su final.

"...Con todo, no estaba preparado para ver allí, con los brazos y las piernas extendidos, destrozado, al mago más grande que él había conocido y conocería jamás.
Dumbledore tenía los ojos cerrados [...] Harry alargó un brazo, le enderezó las gafas de media luna sobre la torcida nariz y le limpió con la manga de su propia túnica un hilo de sangre que se le escapaba por la boca. Entonces contempló aquel anciano y sabio rostro e intentó asimilar la monstruosa e incomprensible verdad: Dumbledore jamás volvería a hablarle, jamás podría ayudarlo... " 
J.K Rowling - Harry Potter and The Half-blood Prince.


"After all this time?"
"Always," said Snape.

J.K Rowling - Harry Potter and The Deathly Halllows.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Océanos vacíos.

Es domingo y llueve. Llueve sobre las calles, sobre las azoteas que llevan el nombre de un suicida escrito en ellas, sobre los valientes, sobre Noviembre y sobre los versos.
Es domingo. Es de noche. Y llueve. Acaricio los últimos momentos de libertad. Cierro los ojos e intento respirar de nuevo la esencia, la esencia perdida de una vida sin sentido. Imagino miles de océanos engullendo mi persona y mis esperanzas. Me empapo de vida y noto la humedad en los párpados. Me empapo de vida, me empapo de sensaciones, de tristeza y alegría. Los miles de océanos me zarandean, me hacen bailar y me impiden respirar. 
Lo imagino dentro de mi cabeza, donde todo cobra sentido durante unos segundos hasta que abro los ojos y todo desaparece. Todo se esfuma y nace de nuevo una extraña sensación de vacío y pena.

Es domingo.
Y llueve.
Y no sé cómo haceros ver que estos océanos imaginarios me están engullendo sin piedad.
Y no sé cómo haceros ver que no quiero que se vayan.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Why can't we make this darkness feel like home?

Rompo palabras. Casco sílabas. Crack y ya ha muerto una más. Es fácil matar palabras, tan fácil casi como matar sentimientos, como aniquilar perdones e ignorar un "¡Sálvame, sálvame que yo no puedo!"
Yo cada día mato unas cuantas palabras, las estrujo, las espachurro y las exprimo. Nunca me convencen del todo, no sé, creo que no soy capaz de juntarlas de la manera apropiada. 
Debería saber crear belleza con ellas y lo único que consigo es lo equivalente a torpes pasos de baile realizados una noche de domingo, cuando estás solo, cuando nadie quiere bailar contigo.
Quizás deba sentirme culpable por ser la asesina de tantas palabras, pero más bien me creo víctima. ¿Cuántas palabras me han matado a mí en noches frías y suaves? ¿Cuántas palabras se han clavado en mí dejándome sin respiración, ahogándome, impidiéndome sentir? ¿Cuántas palabras más acabaran por derrotarme?
Las palabras también pueden ser malvadas, terriblemente malvadas y si lo son es porque son, a su vez, increíblemente bellas. Las palabras son las sirenas a las que todo marinero de versos debe temer. Las palabras son las causantes de que el mundo sea cómo es. Son las causantes de que las ideas y las ilusiones pueblen el mundo. Da igual cuál sea su procedencia, da igual cuál sea su intención. Sin palabras no seríamos nada. Nada.


Corro, atravieso vientos y tormentas para llegar cerca de ti. Navego por bosques llenos de vida, abarrotados de muerte. Me empapo con la lluvia y me abrazo a la idea de que ella no te haya dañado. 
Noto en los huesos la humedad del otoño, noto en el pelo los nidos de las golondrinas y en los ojos la falta de sueño. Me duelen lo oídos de tanto silencio. Me duele la voz de tantas cosas por decir que todavía no he dicho.
Grito tu nombre, me ahogo con palabras que me causan arcadas y me clavo en el corazón sílabas rotas y fonemas acribillados. 
¡Sálvame, sálvame que yo no puedo! ¡Sálvame, sálvame que me matan las palabras que no te he dicho!



miércoles, 24 de octubre de 2012

Where the rain won't hurt.

Veo un cuerpo en la azotea, un cuerpo delgado y débil que está siendo azotado por el viento. Es de noche y una suave lluvia lo está impregnando todo de temor y de tristeza. 
Camino despacio hacia un corro de gente que mira con miedo la parte alta del edificio. Hay coches de policía, una ambulancia y un camión de bomberos. La gente grita, algunos lloran y se abrazan, otros, simplemente permanecen quietos y esperan a que algo pase.
Oigo las advertencias que un policía lanza al joven de la azotea. ¡Mantenga la calma! ¡No haga ningún movimiento brusco! ... ¡¡No salte!!
Me siento extraña. Algo dentro de mí se revuelve, no sé. Me abrazo a mí misma buscando calor y alzo la mirada entrecerrando los ojos en busca del joven. Lo miro fijamente durante unos segundos y, más tarde, creo que me desmayé.

A mi alrededor hay varias personas. Estoy tirada en el suelo y me duele la cabeza. Estoy...estoy débil. Una capa de sudor pegajoso me cubre la frente, pero las suaves gotas de lluvia me refrescan y limpian. 
De repente, lo recuerdo todo. Recuerdo un rostro familiar a través de la fina lluvia, recuerdo un cuerpo conocido bañado por luces anaranjadas y sonidos de sirenas. 
Intento incorporarme sin mucho éxito. Los desconocidos que me rodean me sujetan contra el suelo y me hacen beber un vaso con una especie de suero. Les aparto de un empujón y me levanto del suelo con la cabeza dándome vueltas a una velocidad de vértigo. 
Echo a correr en dirección al edificio. Me caigo varias veces, pero logro llegar a la puerta que está vallada y vigilada por un grupo de policías que intentan mantener la calma. Me dicen que las puertas están cerradas, que me aleje de allí. Corro en otra dirección, tengo que llegar allí arriba. Necesito subir.
Llego a una puerta trasera que en la que sólo hay un hombre con uniforme azul marino. No sé qué es, no sé quién es, pero debo entrar.
-¡Necesito, necesito entrar en el edificio!-logro decir entre jadeos. La cabeza me da tumbos y las piernas me tiemblan.
-No debes, allí arriba hay un loco suicida o vete tú a saber qué.-contesta el hombre con voz grave.
-No lo entiende, yo, yo puedo ayudar. Es...es un conocido. Por favor, necesito subir.- no distingo bien el rostro del hombre pues tengo los ojos enjugados en lágrimas y la lluvia empieza a ser más fuerte. Creo que abrió la puerta o quizás yo le aparté de un empujón, pero ya estoy dentro del edificio.
Está completamente a oscuras. Encuentro unas escaleras de madera y las subo corriendo lo más rápido que puedo. Estoy mareada y tengo arcadas, pero debo llegar arriba, debo subir a la azotea. No puedo rendirme.

Finalmente llego a lo que parece el final de las escaleras. Jadeando y sudando abro la puerta y una bocanada de aire frío me azota como si me diese un bofetón y me empapa entera de agua. La azotea es enorme y el viento sopla con fuerza. Busco al joven con la mirada y le veo a lo lejos, a punto de saltar.
-¡¡No!! ¡¡No!!-corro hacia él con dificultad. El viento está en mi contra y no puedo ser más rápida. Chillo que pare y cuando llego a su lado me caigo al suelo con los ojos llenos de lágrimas, con las ropas y el pelo empapados y con un gran dolor de cabeza.- No saltes.-susurro. 
El joven no se da la vuelta. Sólo alcanzo a ver su cuerpo parcialmente desnudo y completamente mojado. Permanece totalmente quieto al borde de la azotea, con las puntas de sus pies sin tocar suelo. Observo como sus cabellos se revuelven con el viento y como su cuerpo se balancea lentamente.
-No lo hagas.-repito. Se siguen oyendo sirenas y voces de policías gritando órdenes que no son cumplidas. Me incorporo con cuidado y me asomo también temerosa. 
Desde allí arriba no se distinguen más que luces naranjas e intermitentes y el movimiento del grupo de gente que cada vez es mayor. Miro hacia el cielo totalmente oscuro y sin una sola estrella. Retrocedo unos pasos y contemplo al joven.
-¡Retrocede, no saltes! ¡¡Ven conmigo!!-le grito entre el jaleo reinante. 
-¡Vete!-me grita. ¡Lárgate! No quiero que  veas esto. Por favor, baja y ve a casa.
-¡¡No!! ¡¡No lo haré!! ¡No tienes ni idea de lo que haces! ¡¡Estás loco!!- le reprocho con la voz cortada por el llanto. 
no lo entiendes! Eres demasiado inocente. ¡No debiste venir, no debiste ni siquiera conocerme! Soy un monstruo incapaz de conseguir la felicidad. No merezco vivir. ¡Lárgate!-chilla y veo cómo tiembla y solloza.
Me acerco con cuidado y coloco los pies exactamente igual que él los tiene. Le acaricio el brazo con delicadeza y le agarro la mano con fuerza. 
-Si tú saltas, me llevarás contigo.-le digo.
-No, suéltame. Esto no es un juego. No sabes lo que estás haciendo. 
-Sí, sí lo sé. Si tú saltas me llevas, en cambio si decides mantenerme con vida retrocederás. Ya que no te importa tu vida, valora la mía.

Y por primera vez me mira. Y por primera vez veo su rostro. Y no es el suyo el que veo, sino el mío. Grito asustada y él salta empujando de mí hacia abajo, cayendo al vacío, atravesando la vida en unos segundos para llegar al final donde sólo hay lluvia. Y nada más.

Si tú saltas, me llevarás contigo.



sábado, 20 de octubre de 2012

Y tú con tu camiseta de Joy Division y yo llenando vacíos con conciertos de The Cure.

¿Recuerdas el sonido insistente de la lluvia contra el cristal? ¿Recuerdas el constante ritmo de tu corazón cuando todavía eras real? Y el incesante movimiento de las nubes en los días grises. Los cambios de humor del cielo en pleno Noviembre. Y tu sonrisa encendiendo todo lo que la rodeaba. Y tú girando en una espiral de color a las siete y media de la mañana. Los zumos de naranja y las canciones de amor cuando éste ya no existía. 
Conciertos de The Cure como única cura. Tardes de estudio como única distracción. Bebe agua, que te limpia por dentro y te hace olvidar. Y si puedes súbete a algún tren, que aunque el billete salga caro, merece la pena huir y nada más. Huir y ser. Y nada más.

Yo sí lo recuerdo. En alguna calle de mi interior dejaste aparcada tu bicicleta y tu mirada oscura y ahora, ahora yo no sé qué hacer pues bien pensé que con tu huida lo llevarías todo y no dejarías el más mínimo rastro. 
Recuerdo haberme prometido vaciar la mente de sentimientos y el corazón de razonamientos. Recuerdo haber prometido no sentir más a las estúpidas mariposas revolotear. ¡Lo recuerdo, lo recuerdo! Recuerdo haberme dicho "Hasta aquí hemos llegado." y muchas cosas más. Y qué estúpida fui. Cuando algo está tan vacío como yo lo he estado, necesita ser llenado. Y mírame, mírame bien, otra vez igual que siempre.

También recuerdo haber prometido que tú serías mi Robert Smith y yo sería tu Mary. Que nos comeríamos el paseo de Begoña y que se nos atragantaría en cada beso. Que nada de aparentar y parecer perfectos. Nada de nada más que una bebida bien fría y una canción antigua, que es lo que somos. San Lorenzo en medio de una tormenta y un acantilado para un suicida, que es lo que somos. Y tú con tu camiseta de Joy Division y yo, yo contigo y sin ti, como siempre. 
Un jaleo constante de sentimientos y palabras, que es lo que soy, que es lo que somos.


                                                                                 Que tú serías mi Robert Smith y yo sería tu Mary.



domingo, 14 de octubre de 2012

Take me out tonight.

                                                                                                                        Canción original: The Smiths.

Me esperabas en tu coche y sonreías. Corrí desde mi portal y entré en el coche deslizándome por el asiento de copiloto para atrapar tus labios en un beso antes de cerrar la puerta, antes de que pudieras reír, antes de que pudieras recordar.
Llovía. Las gotas de lluvia se estrellaban contra las ventanas y contra el capó. Ese sonido me recordó que somos eternos y cuando te lo dije un suspiro se escapó de tu boca. Tú no te lo creías y tu mirada clavada en la carretera me causó pena. Acaricié tu brazo mientras conducías intentando convencerte de nuestra inmortalidad. ¡Dos seres tan felices no pueden morir, sería un despilfarro de vida, una injusticia! Pero aún así, seguías sin creértelo.
Era de noche y eso me recordó lo mucho que me gustaba la oscuridad. Miraba a través de la ventana mientras tú me observabas de vez en cuando por el rabillo del ojo. Imaginaba lo que habría detrás de aquel manto oscuro. Pensé en la cantidad de vida que habría bajo toda esa oscuridad y luces esporádicas, pensé en la cantidad de besos robados que contemplaría la luna aquella noche y en la cantidad de lágrimas que serían derramadas. Y te miré, y te sonreí, y te prometí jamás derramar lágrimas porque lo nuestro sería eterno, porque en nuestro amor no habría impresa una fecha de caducidad, porque por los siglos de los siglos seguiríamos viviendo.
Aparcaste el coche cerca de la playa y al bajar de él me miraste con tristeza y me susurraste que por favor, por favor jamás cambiara. Yo reí y te cogí la mano. ¡No seas tonto! ¡Lo eterno no cambia! y volví a reír, pero tú sólo sonreíste y me besaste, y me abrazaste, y me acariciaste como si no fuera a haber un mañana y todo lo que nos rodeara fuera mortal. ¡Qué estupidez!
Bajamos a la playa abrazados y en la arena bailamos nuestra canción, que eran todas, porque todas las canciones de amor eran nuestras, porque no existía una sola que no nos perteneciera. Nuestros pies escribieron versos en la arena y la mar mecía nuestras caricias con su brisa fresca. San Lorenzo y todas las playas se nos quedaron pequeñas cuando empezamos a recitar todos nuestros poemas. ¡Qué nos salven los versos! ¡Qué nos salven los recuerdos! ¡Qué nos salven las palabras! ¡Qué nos salven los cielos grises! ¡Qué nos salven las mañanas! Y yo qué sé qué más...si somos eternos.
Nos enredamos en la noche y ella nos arropó hasta la mañana siguiente. Despertamos llenos de arena y con el sueño clavado en la mirada. El amanecer cantó para nosotros y tú me llevaste en cuello hasta el coche donde empezaron a sonar los Smiths. There is a light that never goes out. Es verdad. Tú y yo somos esa luz, somos eternos. Te lo prometo. 


Prométemelo tú a mí.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Carta de un suicida a la vida. (Goodbye cruel world.)

Hace mucho tiempo que estoy triste. Hace mucho tiempo que no siento más que dolor, más que pena, más que odio hacia todo y todos. Me siento herido, dolido, asqueado, traicionado, desahuciado, temeroso y afligido. No tengo fe en nada, no creo que nada me pueda salvar. No creo en absolutamente nada. 
He vivido toda mi vida en una burbuja gris y contaminada por el sabor de las lágrimas y la desolación más amarga y a eso, a eso no se le puede llamar vivir. 
Ya en mi infancia no me gustaba vivir. (Sí, sí, has leído bien. ¡No me gusta vivir!) No entendía la alegría y la inocencia de mis infantes compañeros. Todo en ellos era amor, vitalidad, color y diversión. Y yo, en cambio, era un triste apartado de ese mundo por culpa de mi mirada gris.
En la adolescencia creí entender la vida. Formé un grupo pequeño de amigos (que no lo eran en realidad, yo nunca creí en la amistad) y con ellos salía por la noche y lo intentaba pasar bien. Me emborraché, fumé, probé varias drogas y me tiré a varias chicas sin saber su nombre. Y al principio me gustaba, era divertido. No existían las normas, ni las responsabilidades, nada. Creí que eso era la felicidad, la libertad que tanto ansiaba. Creí que por fin me había encontrado y qué equivocado estaba...
Recuerdo sólo a una chica de esa época dorada. Se llamaba Carolina. Sólo la vi una vez, la misma vez que me enredé en las sábanas de su cama con un dolor de cabeza horrible. Me gritó y me tiró de la cama de madrugada. Dijo que no quería nada más conmigo, que era un idiota, un desconsiderado y vete tú a saber qué más barbaridades. Yo no sé qué pasó aquella noche, no sé qué le dije para que me gritara de aquella forma, no lo recuerdo. Aparte de su nombre, lo único que recuerdo es que tenía unos hermosos y grandes ojos azules.
Luego todo cambió, me volví de nuevo un triste amargado. En realidad siempre lo había sido, pero había querido disfrazar mi desesperación con comas etílicos y risas gilipollas. 
Mi edad adulta no fue diferente a la del resto, supongo. Encontré un trabajo horrible y mal pagado, pero podía subsistir bien. Los días de descanso me encerraba en mi pequeño y sucio piso y escuchaba música.
Oh, la música. Sí, por ella sí que merece la pena vivir. Es maravillosa, lo único capaz de hacerme sonreír de verdad. 
A lo largo de mi vida he escuchado mucha música, todos los géneros me gustan y merecen mi respeto. Creo que la música es lo único que me ha mantenido vivo tanto tiempo.

Tengo cuarenta años. Estoy solo, completa y absolutamente solo en el mundo. No tengo familia, no tengo amigos. Tan sólo tengo un compañero de trabajo sucio y tonto al que no soporto. Y un gato, sí, también tengo un gato flacucho y débil que no hace más que dormir. 
Tengo cuarenta años y no sé qué hago aquí. Mi vida no tiene sentido. Hace demasiado tiempo que me he perdido y no me encuentro. Atrás quedaron las noches locas de diversión fingida y las huidas de camas ajenas al amanecer. Atrás quedó el creer en un mundo mejor, el intentar tener fe. No la tengo, no la encuentro y créeme, ojalá pudiera hacerlo.
Tengo cuarenta años y créeme cuando te digo que me gustaría morir. Quiero morir y no tengo miedo a escribirlo, no tengo miedo a que lo sepas, no tengo miedo a lo que pienses.
Dime la verdad ¿Crees que mi vida merece la pena? ¿Crees que me queda otra salida en este mundo? No, yo te respondo, no. He sido un gilipollas toda mi vida, un egoísta inmaduro. No tengo remedio. He dejado que mis seres queridos se fueran sin intentar impedirlo siquiera. He vivido en una eterna mentira, en una enfermedad mental inventada y basada en el victimismo. No puedo arreglarme, no encuentro la salida, la mejora. No, no, no puedo, lo juro. Me come la desesperación y la angustia. Mi vida no es nada, no tengo nada, nunca tendré nada más que cuarenta espinas clavadas en mi pequeño y duro corazón. Y aunque lo hubiera tenido todo, aunque hubiera conseguido algo parecido a la felicidad jamás hubiera sido feliz. No nací para ser feliz, no puedo, no forma parte de mi naturaleza. 
Quizás tú no lo entiendas, claro. Quizás no logres entenderme aún esforzándote, pero me da igual. Me juzgarás, pero me da igual. Yo también te juzgo a ti y te da igual.

Ya me voy. Y no dejo nada aquí más que esta carta. Quizás alguien la lea, quizás mi muerte aparezca en algún periodicucho local y algún lector me juzgará, me llamará loco, negará de mi humanidad e, incluso, me llamará cobarde por abandonar el mundo. Pensará que me drogaba, pensará que estoy tarado y me comparará con alguna celebridad suicida de los años 90. 
Pero créeme, no estoy loco. De verdad, no estoy loco, simplemente no me gusta vivir. Intenta entenderme.

Adiós.


Sobra decir que esta entrada ha sido escrita con todo el respeto del mundo y que en ningún momento debe ser tomada como una "burla" al suicidio. Cabe decir también que los sentimientos expresados no son propios, tan sólo del personaje creado.

lunes, 24 de septiembre de 2012

A dieta de sentimientos.

Está sentada en un café cercano a la catedral. En su mesa descansa abierto un libro de poemas que no sonríe y en las manos sostiene una taza de chocolate caliente. Hace frío, mucho frío en todas partes. Hace frío en la cafetería, en la calle, en la taza de cacao y en el corazón. Hace frío, mucho frío y no se cura con bufandas, abrigos, guantes o gorros. El frío cuando hiela de esa manera es incurable.
Mira a través de la ventana y ve cómo pasa la gente. Algunos ríen, otros simplemente caminan; algunos miran al cielo, otros miran al suelo; algunos mascan chicle, otros mascan palabras que ya no podrán ser dichas. Y todos ellos siguen un camino, persiguen un objetivo. Ella no lo tiene. 
Ojea los versos de su libro. Tan sólo son palabras vacías, palabras vacías que tratan llenar algo. Es irónico, piensa. Es irónico tratar llenar vacíos con más vacíos, algo así como intentar romper la oscuridad con pedazos de cielo nocturno, algo así como buscar la felicidad en la tristeza. Es irónico, piensa, que aún así los vacíos sean los únicos capaces de llenarlo todo.
La mesa está manchada de azúcar y de chocolate. Es dulce y triste. Bonito, hermoso quizás. Piensa el frío que debían sentir esas gotas de chocolate perdidas en la mesa, el desconcierto de los granos de azúcar esparcidos y separados. Sabía lo que era eso porque ella lo había sentido. Ella había sido un grano de azúcar en una mesa cualquiera de cualquier cafetería mugrienta. Se había sentido perdida, fuera de lugar.
Mira de nuevo a la calle y sonríe. Ha empezado a llover. No le importa, es más, le gusta. El repiquetear de las gotas contra el cristal es relajante, tranquilizador. Cuando las gotas bailan de esa manera sobre un cristal ella se siente bien de nuevo, como si todo pudiera volver a empezar, como si nada hubiera acabado en realidad. Cuando algo está vacío no se puede acabar ¿Verdad?
Se siente tan sola. Tiene tanto miedo. Está tan vacía. Su corazón no siente, no busca ver nada más allá del cristal mojado, más allá de las carreras de gotas de lluvia. Su corazón no busca ya unos ojos grises que la saquen de la tormenta, ya no hay nada salpicado de esperanza. Todo es igual, carente de, incapaz de, destinado a se acabar. Como los ríos cuando van a dar a la mar, que es el morir... Y ella está tan llena de vacíos, tan agujereada por dentro que llora sin motivo, claro, quien vacía está ¿Por qué iba a llorar?

Cierra el libro de poemas y bebe otro sorbo de chocolate. Hace mucho frío.


Dame otra oportunidad.



miércoles, 12 de septiembre de 2012

Era París, poeta y noviembre.

Sonaba como suena París, suave, lento y bello. Es cierto, así sonaba. Oh, vamos, calla, ya sé que nunca he estado en París, pero no es necesario para intuir lo que te explico. Sonaba así, a París, a amor, a ternura, a bello, a cursi, di ñoño si quieres, di estúpido si lo deseas, pero a París.
Sonaba a francés, a hombre fino fumando en pipa con una boina torcida sobre su cabeza, a señorita de bien con vestido de seda y Chanel número ¿qué? ¿cinco? inyectado en las venas. Sonaba así, te lo prometo. Oh, vamos, calla, necesitas ver Amélie de nuevo.
Y olía, bueno, no olía a Francia. Más bien olía a mar, no ¡Qué digo! Olía a océano, a libertad, a barcos y viajes. Olía a exploraciones, a curiosidad, a delfines alegres, a olas y a ballenas tristes. Olía como huelen las inocentes novelas de piratas para niños, olía a aventura, a mi aventura. O a algo así.
¿Entendéis lo que os digo, verdad? Era un mundo enorme guardado en un cuerpo humano. Su mirada no era verde, ni marrón, ni azul, ni grisácea, ni violeta, ni negra. Su mirada era transparente, como lo es la poesía en tiempos de desolación, como lo es la playa en noviembre, como una nube imperceptible en un cielo gris. Transparente y nada más. Y nada menos, y nada de nada.
Se movía mucho, como una lagartija escurridiza en un bote de mayonesa. No sé, quizás se moviera como la Tierra en su constante rotación y traslación, o quizás ni siquiera se moviera y sólo fuera mi mirada inquieta tras de sí.  ¡Ah, yo qué sé, a mí qué me importa! Ojalá no hubiera sido tan complicado atraparle, ojalá ahora lo pudiera contemplar encerrado en un bote de mayonesa como a aquella lagartija. (Tina se llamaba.)

Creo que era guitarrista, pero no estoy del todo segura. Quizás sólo fuera poeta, pero no de esos que escriben versos y duermen encima de una pila de cadáveres de poesías, no. Yo hablo de los poetas de sonrisas, ya sabes, de esos que caminan por San Lorenzo, te sonríen y te hacen sonreír. Hablo de esos poetas que se bañan en noviembre en el mar ¡Porque la playa es transparente! y viven mil aventuras sin moverse de la orilla.
O quizás no fuera nada de eso y sólo fuera un lunes triste y descolorido, un lunes colgante de mis pestañas y nada más. Nada de nada.
O quizás sólo fuera una imaginación mía, el resultado de la poca cafeína que me queda en las venas. O quizás no y fuera el más bello de los vals. O quizás fuera la melodiosa voz de los pájaros posados en tus hombros mientras recuerdas que comías pipas sentado en ese banco, cerca de San Pedro. O quizás... ¡O quizás fuera un beso entregado al aire! ¡Una espiral de color y murciélagos! ¡¿Qué digo, qué digo?! ¡Él era el verso de Bécquer jamás escrito! ¡La rima más divina, el suspiro de un escritor frustrado! ¡Él era la euforia de mis palabras al recordar su geografía entera!
O quizás, quizás fuera algo así como un copo de nieve. Y como una dulce canción, como las sábanas enredándose en mis tobillos en una noche de verano. Da igual, de todos modos, da igual.



miércoles, 5 de septiembre de 2012

"Whisper your name in an empty room."

Sólo unos segundos más tarde de lo normal y ya te empiezas a retorcer. Te veo tirado en el suelo como un niño indefenso en busca de unos brazos a los que agarrarse. Sacas la lengua y te mojas los labios. Cierras los ojos y empiezas a gritar, sudas sin control y yo no te voy a parar. No, no te voy a parar.
A través de la ventana los cuervos graznan helados, congelados como tu mirada en mi interior. Me acerco a ella en silencio mientras gimes y lloras encima de la alfombra. Acaricio las cortinas y me envuelvo en ellas mientras me pierdo en el invierno más frío que jamás he imaginado. Pienso en habitaciones vacías, relojes, mesas llenas de comida mohosa, canciones setenteras, persecuciones terroríficas y camas manchadas de sangre. Pienso en convulsiones, en nieve en el pelo, en manchas de lejía en el pijama, en comas etílicos y en sobredosis de dolor. 
Y te miro, no me das pena, es más, ojalá, ojalá dejaras de existir. Ojalá cerraras tu puta boca de una vez. No puedo soportar tus miedos, tu cuerpo desnudo vomitando en la alfombra, las lágrimas que te surcan el rostro y los aullidos que te desgarran la garganta. Si hubieras sido más persona en el pasado, quizás el presente no te estuviera haciendo tanto daño. Si hubieras sabido amar, quizás...

Recorro la casa en busca de algo que no sea recuerdos de tu presencia. Recorro la casa buscando algo más que recuerdos de lo que solías ser, algo más que el olor a cigarro y casa vieja. Cómo te odio, cómo odio la forma que tienes de dejar tu rastro en todos lados, como un perro sarnoso, como el más sucio de los animales. Allá dónde mire veo tu sonrisa que un día me pareció bella, que un día completaba la mía. Allá dónde mire, tu nombre se clava en mí como una fina estaca de hielo penetrando en mi carnoso y húmedo corazón. Allá dónde esté oigo tus gritos de desesperación llenando esta casa perdida; porque un día tú y yo quisimos perdernos en ella. Porque un día quisimos abrazarnos en cada rincón, succionarnos el alma y compartir todo lo que nos era posible. Y un día quisimos ser sólo una persona, fundirnos a la luz de la luna mientras aspirábamos el poco oxígeno que nos quedaba. Porque un día...un día fuimos felices.

Regreso a la habitación. Y ahí sigues, casi muerto, pero tan vivo que me apetece estrangularte. Saco la maleta que guardábamos debajo de la cama y meto en ella todo lo que un día fue mío, antes de que tú lo impregnaras con tu inconfundible aroma, claro. Vacío mi armario y cierro la maleta. Suspiro y me dirijo a la ventana de nuevo. Los cuervos ya se han ido, el jardín está cubierto de nieve y una fuerte tormenta descarga su furia sobre todo ser vivo que descansa fuera. Me quedo unos segundos contemplando como las grandes gotas golpean el cristal. Quizás quieran entrar, pienso. Y abro la ventana. Y por ella entra el agua que nos moja por completo, a ti y a mí, que sonrío mientras agarro la maleta y me precipito por la ventana con la delicadeza de un gato. Me precipito por la ventana ignorando tu cuerpo desnudo retorciéndose, ignorando tus súplicas. Si hubieras sabido amar, quizás...

Una vez abajo, echo a correr sin ninguna dirección con el único deseo de que esta tormenta acabe contigo antes de que lo haga conmigo.


And the way the rain comes down hard.
That's how I feel inside...
Open-The Cure.
M.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Contado por mis gnomos de jardín (IV)

"So if you've got nothing left to say, just say goodbye."
                                                                    The Cure - Bare.
Quería escribir algo sin sentido alguno, carente de sentimiento. Quería formar palabras danzantes y borrachas para amenizar esta noche de angustioso Septiembre y lograr que cayera la purpurina que se almacena en los recuerdos para poder crear poesía con ella. Y también quería bailar y no dormir. Y escuchar la banda sonora de mi vida mientras el reloj corre a través de la madrugada con una sonrisa bobalicona. Y luego susurrarle al tiempo que no le tengo miedo, que no es nadie para mí.
Y también quería gritar a través de la ventana y oler el fresco y suave aroma de una noche de verano. Y no tener miedo a perderte de nuevo. Y no soñar contigo, no dejar de pensarte, no dejar de creerte.
Quería tumbarme en tu recuerdo, acariciarte el pelo, enredarme en ti y aspirar tu aroma hasta colocarme por completo. Quería vestirme con tu camisa y acariciar su suave tela que un día te protegió del frío.
Y, entonces, mientras temblaba en la suave y fina luz de los sueños, apareció un pequeñito y sonrojado gnomo de jardín. Daba saltitos de impaciencia mientras se atusaba el gorrito y con voz chillona me dijo:
-¡Elise, Elise! ¡Es urgente, corre, ven, el Sabio necesita hablar contigo! Me agarró del dedo meñique y tiró de mí. Sabía dónde me llevaba y no quería ir, no todavía.

Ante nosotros apareció un bonito jardín. En verano éste es un precioso lugar bañado de color y vida, pero ahora que Septiembre se había adueñado de él poco a poco se tiñó de marrón, aunque bien es cierto que su encanto infantil seguía allí.
En los grandes árboles se podía ver cómo los gnomos más pequeños jugueteaban en las ramas, y las gnomas más presumidas hacían coronas de flores con margaritas de colores. Y más allá, cerca de una gran roca se encontraba sentado el gnomo Sabio. Las arrugas le poblaban el rostro y unos cuantos mechones canos se vislumbraban debajo de su gorro rojo y picudo. Al abrir su enana boca las palabras le empezaron a brotar y cayeron de sus labios como una cascada de versos sin dueño.
-Es imposible, ya no sé qué más hacer. Lo he intentado todo y no he podido. Tus recuerdos te ahogan sin sentido alguno y ese adiós escrito años atrás te espera siempre debajo de la almohada. Y todas las fotografías y canciones que amoldaste a su figura se clavan en tus labios. Sí, está claro que la fresca brisa de este verano que ya hace sus maletas te ha ayudado mucho. Las sonrisas ya se acercan a ti más a menudo y tú sabes abrazarlas. También has hecho un hueco para la esperanza y has aprendido a escribir sin tener en tu mente el chocolate de su mirada. Y además, has sabido apreciar lo cercano y a pasar tardes enteras sin echar de menos el roce de sus manos. Pero no es suficiente y sé que lo sabes.
Aún ansías hablarle, explicarle algo que ni siquiera tú comprendes y poder hundir la cara en su hombro. Y no me mientas, sé que has escrito mil palabras sobre cómo le recuerdas, sobre despertarte a su lado y enredarte en su camisa. Sí, lo sé y no me mientas porque sé que todavía hoy, esta madrugada has vuelto a sacar aquellas cartas. Y has vuelto a dibujarle y preguntarte un millón de cuestiones sin respuesta.
Yo sólo te diré que si no tienes nada más que decir, sólo di adiós. Di adiós y olvida.

Y entonces desperté de nuevo en mi cama, con un cigarrillo que no había encendido entre los dedos y una lágrima colgando de mis pestañas.


viernes, 24 de agosto de 2012

Catastrófico aniversario de palabras.

Por la ventana cayeron los trastos viejos. Y se rompieron, claro. Y dolió, sólo un poco, pero dolió. 
Recuerdo haberte visto con tu bicicleta recorriendo la carretera cercana a mi calle. Recuerdo la sensación que dejó en mí, tan sólo era otro trasto viejo tirado por la ventana, otro verso podrido que echó a volar.
Yo seguía cantando "Remember me..." y todo lo que sigue. Todas las carreteras vacías, bicicletas de colores, trastornos mentales y soledad embotellada en latas de Coca-Cola. Y todo lo que sigue a la ruptura de lo que jamás existió, el miedo a decir adiós y el adiós atragantado entre las arterias. Todo lo que sigue cuando debes seguir, cuando no queda otra, cuando te encuentras entre dos muros de piedra que no te dejan respirar. Seguía cantando, pues, seguía cantando que no podía, que no quería olvidarte.
Recordé entonces lo que significaba echar de menos. El vacío que te llena por dentro, la impotencia y las ganas de coger un tren y huir. Recordé lo que no quería recordar, las mañanas de invierno al borde de las lágrimas, la alta calefacción de los autobuses a las ocho menos cuarto de la mañana, los sábados dando vueltas sin sentido, los abrazos al cojín, las pocas ganas de soñar y los exámenes de matemáticas.
Y también te recordé a ti, claro. Entre tanta niebla y llovizna apareciste tú.

Se está haciendo tarde- dije. Aunque no lo creía en realidad. Las calles se estrechaban a cada paso que dábamos y la delicadeza de tu pelo susurraba incesante que me enredara en él. No quería que acabara de nuevo, como cuando en Junio rompí tus fotografías y las arrojé en tu calle. No quería que acabara algo que no había hecho más que empezar.
Y en ese preciso instante me di cuenta de que estaba soñando. Que nada era real, que tú no estabas ahí. Jamás habías estado. Y tuve miedo y entonces lloré y grité tu nombre. Grité tu nombre mientras mi poesía moría, mientras las canciones se llenaban de tu olor y en mi abrigo azul sólo encontraba el cálido roce de tu brazo. Grité de nuevo tu nombre, entonces, con más fuerza, con más decisión y con la voz cascada de dolor. E inevitablemente tu mirada se abrazó a mí, tus brazos me acariciaron y tu caminar me derritió. Inevitablemente me hice a tu medida, sin poder impedirlo. Y el destino nos regaló oportunidades y todas se rompieron como los trastos viejos arrojados desde la ventana. Y lo que fueron recuerdos se convirtieron de nuevo en una realidad aplastante.

Se está haciendo tarde, repetí. Pero ya te habías ido.
Y no ibas a volver.




Antes de despedirme me gustaría dar las gracias al blog The Gossip Eye (click) por el premio que me entregó. El premio consiste en contestar una serie de preguntas y entregar el premio a otros cuatro blogs. De momento sólo responderé a unas cuantas preguntas del cuestionario, las que consideré de mayor interés para vosotros. Por falta de tiempo en este momento no entregaré el premio todavía. Espero poder hacerlo en la siguiente entrada.
Así que, aquí van algunas preguntas y sus respuestas:
-Tu saga literaria favorita: Sin duda es y siempre será Harry Potter. Adoro ese mundo, soy una gran fan desde pequeña.
-Tu mejor hora para escribir: Me gusta escribir por la noche. Sobre las diez u once de la noche. 
-¿Con qué frecuencia escribes?: Escribo, por muy increíble que parezca, todos los días. Siempre escribo algo. No puedo dejar de escribir, es una necesidad para mí. A pesar de eso no publico todos los días. Suelo hacerlo dos veces a la semana si puedo, aunque a veces paso periodos de tiempo más largos sin publicar.
-De todos los libros leídos ¿cuál no recomendarías?: La última parte de la saga Crepúsculo.
-¿Te gusta la experiencia de pertenecer a la blogosfera?: Sí, sí me gusta. Es genial leer a otras personas y ser leída. Además se conoce gente y diferentes formas de escribir que te ayudan a mejorar y a inspirarte.

Bueno, eso es todo. Muchas gracias de nuevo a la dueña de The Gossip Eye y a los que me leéis a menudo. 

Un abrazo, 
La chica de ojos verdes.

martes, 14 de agosto de 2012

Carta al Mundo.

                                                                                         Una noche cualquiera en un sitio cualquiera.
Mundo:

Yendo más allá de lo habitual me gustaría escribirte. Hablo de habitual porque soy consciente de que las siguientes palabras que escribiré no serán completamente originales, quizás hasta resulten obvias al ser leídas, pero como mundana que me considero adquiero la responsabilidad de escribirlas. Adquiero mi parte de responsabilidad sobre ti, sobre un mundo que se destroza cada vez más a cada segundo que pasa. Un mundo que, aunque bello y armonioso, adquiere cierto tono grisáceo en numerosas ocasiones.

Ya no escribo sobre guerras, ni sobre armas, ni sobre niños que se mueren de hambre, hechos que me son incomprensibles como a la mitad de tu población, pero hechos que ya han sido criticados, que son criticados y que seguirán siendo criticados mientras tú existas. No quiero escribir sobre lo que tú deberías ser, porque es algo que todos sabemos y compartimos.

Palabras como la justicia, la ética, el respeto, la solidaridad y el amor han sido destripadas hasta carecer de significado. Estás vacío, Mundo. Ojalá pudieras llenarte de nuevo. No quiero bañar mis palabras de pesimismo propio del quejica del siglo XXI, pero dime tú de qué las baño cuando los sueños se rompen con bombas que matan miles de personas. Cuando las mismas personas que son capaces de amar cometen crímenes que son indescriptibles con palabras. Cuando ciudades enteras caen en las redes de la violencia y se sumergen en charcos de sangre y penuria. Cuando prometen los que gobiernan la paz y lo único que siembran es el temor.

Eres, en toda tu plenitud, lo que quisimos o permitimos que fueras. No eres más que un refugio de pena, que un refugio de libertad inventada y sonrisas falsas. Casi nada encuentro en ti que me llene del todo. Y no te hablo a ti como planeta Tierra, sino como a un concepto abstracto en el que nací. 

Nos nacen en ti. Nos dan una libertad de la que todavía muchos dudamos. Nos hacen ser de un país, luchar por ese país en el que, sin nosotros quererlo, hemos nacido. Y aunque te parezca absurdo, Mundo, todavía no comprendo tus divisiones. ¿Quién marca las líneas? ¿Quién marca los límites? ¿Tú? ¿Yo? ¿Los que gobiernan? ¿La ignorancia del que se deja hacer sin cuestionarse nada? Sí, será eso último
No comprendo por qué, si soy del Mundo debo sentirme de un país. Pero quiero llegar más aún al meollo de la cuestión, profundizar más. Permítemelo, sé que no estás acostumbrado.

Ahora dime, Mundo, qué tal te sientes al ser el hogar de los mayores monstruos existentes. Qué tal llevas el hecho de tener que acunar entre tus brazos la tristeza, la incomprensión, la furia de todos nosotros. Imagino que tú no querrás, supongo que ansías escupirnos y azotarnos, acabar con nosotros. Es lógico. Somos monstruos. Monstruos perfectamente arreglados, con hermosos ojos y preciosos cuerpos esculpidos por las superficialidad y la imagen más nuevecita. Somos pequeñas perlas rellenas de magia negra.

Tocando otro tema que me preocupa me gustaría preguntarte sobre eso de las clases. No sé si estarás al tanto, pero nosotros, los monstruos, la mierda que te puebla estamos divididos. No hablo de las divisiones territoriales que antes nombraba, sino de las divisiones interiores. Esas que duelen.
Resulta que dependiendo del color de nuestra piel, de nuestra orientación sexual o de nuestras creencias somos juzgados por otros y castigados si es conveniente. Ya ves tú, qué más te dará. Para ti seguiremos siendo la misma basura en forma de plaga que te enferma. La misma suciedad que te provoca arcadas.

Pero, aunque te parezca asombroso, no deberías perder la esperanza. Todavía quedamos monstruos con ganas de cambiarte, con ganas de hacerte más bonito. Sí, de verdad. Todavía existe gente que derrama lágrimas y gotas de sudor por intentar mejorarte. Gente que cree en eso de que lo imposible no existe. Gente con imaginación, como yo. Gente que imagina un mundo sin dinero, sin marcas territoriales, sin violencia, sin noticias malas y sin engaños. Gente que busca lo mejor de ti en tus paisajes, en la belleza de tus cielos y en la armonía de cada verso que nos regalas. Todavía quedamos soñadores en busca de una pizca de belleza en ti. 

Por eso te escribo, Mundo. No te reprocho nada, sé que tenemos la culpa nosotros. Sólo quiero que sepas que aguantes un poco más. Podemos cambiarte. Juntos.

Se despide con cariño,
Una soñadora más que tiene miedo a dormirse de nuevo.



jueves, 2 de agosto de 2012

Ella y la muerte de su decadencia.

¿Conocéis esa canción de los Meat Puppets llamada "Plateau" cantada por Kurt Cobain? Pues así era ella. Era como una especie de espiral coloreada de gris y de destellos dorados, un torbellino de sentimientos, emociones y canciones que se enreda en todas las partes del cuerpo impidiéndote respirar con normalidad. Ella era delicadeza, extrema decadencia, ternura incontenida, amor por la oscuridad. Giraba y giraba alrededor de mi cabeza como un cuervo en busca de alimento. Giraba sin pausa y nadaba en mis entrañas arrancándome la poca esperanza que albergaba en mi frío interior.
Así era ella, un incesante deseo de amar y ser amada. Un cuerpo perfecto, esbelto y armonioso que se movía con un ritmo sensual, casi sexual, casi mortal. Embobado no podía hacer más que mirarla mientras la ceniza de mi cigarro caía desde mis labios hasta el suelo. Y así caía ella, siempre cayendo hacia abajo desde su nubarrón negro y húmedo. Y yo, yo no podía hacer nada más que intentar atraparla mientras ella, entre risas, me esquivaba con una juguetona y desgarradora sonrisa color luna.
Sin embargo, vivía resguardada del resto, siempre temerosa de las demás personas. Sus preciosos ojos azules eran tristes, pero brillaban en la oscuridad cuando el deseo podía con todos sus miedos. La recuerdo tirada en la cama, con el humo de un porro ahogando su elegancia, con risas borrachas y el tirante del sujetador asomando bajo su pijama roto.
Sus ojos, sí, sus ojos es lo que más recuerdo de ella. Esos pequeños trocitos de cielo que bañaron cada uno de mis pensamientos nocturnos. Guardaban tanto miedo en su interior, tanto temor a todo lo que les rodeaba...Casi estoy seguro de que eso fue lo que la mató. Ese miedo a sentir que ella cultivaba en su corazón. Ese miedo asesino que se clavaba en su sonrisa cada vez que rozaba las cuerdas de mi guitarra con las puntas de sus dedos.
Pero así era ella, una pequeña  mota de polvo en una gran tienda de antigüedades, una pequeña chiquilla con cuerpo de mujer con demasiado miedo a la vida. Un boceto mal hecho de una cantante punk sin amor por nada ni por nadie. Recuerdo su voz en la lejanía de lo cercano. Un murmullo que arrollaba palabras de amor e incomprensión en el corto recorrido desde sus labios hasta mi oído. Todavía creo escucharla cuando el viento despeina mis cabellos como lo hacía ella. Todavía creo verla bajo el cielo estrellado mientras vacía botellas de cerveza como una completa adicta.
En sus últimos días aquella chiquilla triste se volvió terriblemente gris. Sé que se dio a las pastillas y al alcohol, pero intentaba no pensar en ello. Sólo ignoraba el presente e intentaba que su sonrisa fuera la de siempre, aunque el amarillo de su dentadura parecía querer recordarme que aquello era imposible. La veía todas las noches en los pubs de mala fama de la ciudad. Sus ropas negras y su maquillaje oscuro no había cambiado, en cambio, su figura cada vez más delgada y su rostro enfermizo demostraban lo que no estaba dispuesto a ver. Dejé que poco a poco la preciosa chica con trozos de cielo en lugar de ojos se consumiera como cada uno de mis cigarrillos mal liados. Qué estúpido fui por dejar que eso ocurriera. Jamás me lo perdonaré y estoy casi seguro de que ella tampoco lo hará.

Murió en la ducha, perdió la vida bajo el calor del agua con la que intentaba purificar de nuevo su vida. Todavía hoy recuerdo su cuerpo desnudo, blanco y sin vida tirado en el baño. Se había acabado la vida para ella, pero así era ella ¿Verdad? Una canción de Nirvana sin final. Una extrema decadencia en busca de la verdad.

                                                                                                          Gracias.

martes, 24 de julio de 2012

"Y no te miento cuando digo que tu mirada sigue aquí."

Había dejado su rastro en mi vida. Marcó su territorio en mi piel. Dejó la huella de su olor, la huella de su embriagador aroma clavado en cada uno de los poros de mi piel. Y el incesante palpitar de su corazón se quedó grabado en mi oído, suave, lento y rítmico. 
Cada respiración ahogada se quedó prendada de mis pestañas. Cada risa y sonrisa se quedaron estancadas en mis lacrimales. Y cada beso que le quise robar se quedó clavado en mi corazón, rasgándolo, doliendo... 

Este sitio está lleno de ti. Lleno de lo que un día fuiste, de lo que un día quise ser junto a ti. 
Todas las palabras que escribo se transforman automáticamente en ti. Un torbellino incesante de palabras que tiemblan en las puntas de mis dedos al querer ser escritas estalla y se convierte en la forma rasgada de tus ojos. Explota todo y tu rostro se visualiza a través del polvo del recuerdo. Todo se derrumba a cinco minutos de ser medianoche y sólo se me aparece tu silueta perfectamente imperfecta. Y ahora, a cuatro minutos de medianoche tu sonrisa me nubla la mirada.
Quería escribirte, otra vez, contarte que ya sólo queda un mes para que sea el aniversario de nuestra (mi) catástrofe. Todavía me pregunto cuántas noches te dedicaré creyendo que sirve de algo pensarte. Cuántos días 24 me quedarán por recordar y cuántos Agostos bajo mantas deberé vivir para saber que no eres lo que me conviene, pero sí lo que deseo. Y en cuántos acantilados deberé bailar antes de caerme y romperme unos cuantos sueños. Cuántos chicles de menta seguirán recordándome lo que un día fue encantador y ahora no es más que...nada.
Da igual, pienso, da igual el hecho de que no sepa escribir nada decente por tu culpa. Hace tiempo que los versos se me atragantaron en el corazón, cerca de la arteria aorta y ahora ya no me bombean las palabras como antaño, cuando aún te quería de verdad y no eras un capricho de una inestable emocional. 
Fui un poco suicida, sigo pensando, quererte fue mortífero. Buscarte por las calles como una vagabunda sin hogar y volver a casa secándome las lágrimas en el ascensor fue estúpido, pero al fin y al cabo te quería. Hacerlo ahora no es estúpido, es inevitable. Porque ya no te quiero, no. Ahora siento la caprichosa necesidad de verte, y cada vez que lo hago se me sonroja la sonrisa y no puedo evitar suspirar. Ya ves tú, qué estupidez... Y no es eso lo peor, sino que aún creo que puedo conseguirte. Sí, como una niña que lucha para que le compren un caramelo, yo lucho por volver a escribir nuestra historia por las calles que nos pertenecen. Vuelvo a buscarte en la antigua estación de tren y en la parada de autobús donde se perdió más de una ilusión y nacieron otras tantas. Vuelvo a buscarte tras los estantes de los supermercados y en todas las pandillas de jóvenes. Te vuelvo a buscar tras mi ventana y en la panadería de la esquina. Me resguardo de la lluvia allí, como cuando en Febrero quise deshacer el destino y tirarlo todo por la borda. Ojalá lo hubiera hecho... Y recorro tu calle esperándote. Me siento en un banco cerca de tu portal, como antes y espero que te acuerdes de mí y de mis idioteces.
Claro que todo era más fácil antes cuando tu mirada aún guardaba incomprensión y en tu oreja no había tantos pendientes. Todo era más fácil cuando me creía mi propia mentira y soñaba con uno de tus abrazos. Todo era más sencillo cuando ninguna canción olía a ti. También cuando al pasar por aquel kiosco no me invadía la nostalgia al oler los regalices y no te recordaba caminando hacia él con tus ojos chocolate fijos en mí. Con esos preciosos ojos color chocolate que se han quedado incrustados en mi retina. 

Cómo lo siento. Ojalá pudiera cambiarlo todo. Ojalá pudiera volver atrás y soltar todas las palabras que se me acumulan en la garganta en noches como las de hoy. Ojalá pudiera olvidar todo lo que te rodea. Ojalá pudiera escribir sobre otra cosa. Ojalá pudiera parar ya.










jueves, 19 de julio de 2012

Cartas jamás enviadas (XXI)

                                                                                       Un nublado y caluroso día de Julio.
Amado desconocido: 
Poco a poco todo se va acabando, o al menos, así lo siento yo. No importa lo que digas, no importa lo que hagas porque esa manera de andar se quedará aquí, aquí dentro. Y al igual que Kafka escribió a Felice y Smith escribió a Elise, yo te escribo a ti. Te escribo a ti nada más para que tú, dulce piel de melocotón, sigas siendo parte de mí. Te escribo a ti porque eres el único con el que puedo empezar de nuevo mientras todo a mi alrededor se acaba. Te escribo a ti porque eres el principio de todo.
Cierro los ojos. Todo se esfuma. Ya no queda nada más que lo que quisiste regalarme: nada. A través de la ventana ya ha anochecido, pero una vela alumbra todavía en mi corazón. Las canciones que quise dedicarte, aquellas que me rompen el corazón. El chocolate de tus ojos. La miel de tus labios. El dulce aroma de tu cabello. No, no me digas que no. Todavía me quedan muchos Septiembres que  borrar y muchos lunes sabor chicle de menta que olvidar. Todavía me quedas tú bañado en ayer.
Siento la necesidad de ver tus ojos en el umbral de mi puerta. La melodiosa necesidad de deslizarme por tu mirada y sonreír con inocencia esperando que tú te hayas olvidado ya de tantas faldas cortas y noches de alcohol. Y todavía espero verte pasar por mi calle. Todavía espero las mañanas que me prometió tu silencio en la eterna espera.
Retengo las lágrimas. No puedo flaquear. Todo ha pasado ya.
No, no digas nada. Quédate callado, quiero oír las pisadas del gato que se acerca a susurrarme que no debo recordarte. No, no, no hables. Mantente en silencio, ojos chocolate, no vayas a hacer que recuerde tu preciosa voz. No digas nada, ya no hay nada qué decir. Ya no hay nada que pueda escribirte más que añoro  el sentimiento agridulce por tu figura.
Qué amargo es el amor cuando se acaba...

Con recuerdos aguados en la mirada,
La chica de ojos verdes.






"Elise believe I never wanted this 

I thought this time I'd keep all of my promises 

I thought you were the girl I always dreamed about 
But I let the dream go 
And the promises broke 
And the make-believe  ran out..."

sábado, 14 de julio de 2012

Lo que la tristeza no se atreve a leer.


Te veo bailando en la cocina. Tus piernas largas y perfectamente depiladas se mueven por un cielo de azulejos color fuego. Tu sonrisa es amplia y tus faldas se mueven como de costumbre, con un suave vaivén y una dulzura exquisita. Y ahora, quizás, cuando te contemplo desde el otro lado de la puerta pueda decirte que sí, que te quiero.

Se acaban los días de sonrisas tristes y melenas despeinadas. Las noches se hacen eternas entre tus cejas y las mañanas se adormecen entre el enredo permanente de tus pestañas azucaradas. Ya no está permitido esconderse, ni acobardarse, ni echar de menos. Sal de ahí, que te quiero ver de nuevo mientras masticas las palabras que jamás me dirás. Sal de ahí, que ya no muerdo y mañana no va a llover.
Te diré que ya no importa, que todo da igual ya. Que los años pasados pasados están y que las canciones de amor se han muerto sin más. Que la nevera del amor se ha quedado sin provisiones y que yo sigo estando hambrienta de sueños. Como tú, sí, como tú.
Y como aquel poeta predijo nos robaron lo más preciado, la ilusión de la primavera y el mes de Abril. Pero dime tú ¿Quién quiere un Abril teniendo todos los Febreros a nuestro alcance? 

Tú me miras mientras bailas. Sé que me ves a través de la puerta. Sé que percibes la tristeza en mis ojos cansados y llorosos. Fijas tu mirada en mí, sonríes y entonces, sí, entonces adivino que tú también me quieres.


viernes, 6 de julio de 2012

Sueños caídos de tu mirada.

Como una pequeña y dulce margarita al límite del precipicio formado por su llanto sonoro y triste. Como una dulce y melodiosa voz que hace sonreír. Y así, con miles de sonrisas y canciones bonitas, un piano abandona el mundo y  una nota flota entre tus silencios. En tu cabeza sigue siendo primavera, la torpeza cansada te habla y una mirada reluciente susurra palabras de amor a la luz de una luna que se refleja en el espejo de una sonrisa. Un pajarito indefenso se atreve por fin a anidar en tu pelo. Y así despiertas, con nudos y enredos en el cabello. Te miras en el espejo, ya no sonríes y te desenredas el cabello. Te miras en el espejo, ya no sonríes y se te cae un sueño. Te miras en el espejo, ya no sonríes y tus ojos forman recuerdos. Te miras en el espejo, ya no sonríes.
Al otro lado de la ventana del baño cantan los ruiseñores, las mariposas duermen preciosas y las flores mueren cansadas después de otra primavera. Miras distraída a través de ella, y no te percatas de toda la vida que hay ahí fuera, no te percatas de los escarabajos pianistas, ni de los grillos bailarines o de las libélulas cantantes. ¿Ya no hay en tu corazón un hueco para la naturaleza más viva? ¿Ya no hay en tu mirada un sueño que te haga reír? 

Callas a la noche después de un día más que consumió tu grandeza. Y te vuelves a mirar en el espejo. No alcanzas a ver más allá de unas grandes ojeras, dos enormes ojos color rana y una pequeña nariz. Y como siempre, te olvidas del cri cri incesante de los grillos, de la despedida de los escarabajos y de las ruidosas melodías de las libélulas y mariposas. Te acuestas. ¡Y vaya! Se te ha caído otro sueño. Ya has bajado la persiana, ya has ignorado a la Luna que te cedió su tiempo escuchando tus llantos. También das la espalda al té caliente que espera en la mesita de noche, a la carta que te robó tu primer suspiro y a la película de tu vida.
Ya no es novedad que no sonrías, que odies el enredo de tu cabello, que no cuides tus deseos. Ya no es novedad por aquí que pierdas el sueño, la esperanza y la dulzura. Ya no es novedad, pequeña, que olvides cada noche el sabor de mis palabras en tu boca. Ya no es novedad que te hayas olvidado de vivir.


lunes, 2 de julio de 2012

You're the song inside of me.

Tenía que encontrarte, dentro de mí algo me lo decía. Creo que fue una especie de luz que se encendió, que me maravilló y que me quemó. Había pasado demasiado tiempo en una nube de algodón que tan sólo me pertenecía a mí, en una nube muy alta, en un eterno sueño que jamás se cumplía. Y lo necesitaba, necesitaba encontrarte. Me daba igual dónde estuvieras, me daba igual cómo fuera tu manera de andar, me daba igual el color de tus ojos o la textura de tu cabello. Sólo quería escuchar una voz que me tranquilizara, una mano en mi hombro, una caricia que me estremeciera, un beso, quizás, un beso que me despertara por fin y me hiciera sonreír, sonreír de verdad.
Y tú, tú serías esa pieza que me faltaba, ese último lunar de mi cuerpo que contarías tocándolo con tus labios. Pero nadie parecía entenderlo, nadie parecía querer luchar conmigo. Necesitaba encontrarte para no sentir este vacío tan doloroso en mi interior. Tengo miedo de escribir lo que en realidad quiero escribir, me da miedo mostrar lo que guardo aquí, lo que guardo de todo el mundo y te mostraría sólo a ti. Y necesitaba un nuevo comienzo, sí, eso es. Necesitaba una nueva sonrisa por la que mereciera la pena luchar. Necesitaba un alguien que me mirase y fuera feliz así, tan sólo mirándome. Necesitaba encontrar la otra parte de mi canción, la armonía de todo lo que escuchara, los colores que pintaran mi vida, la inapagable luz al final del túnel. Necesitaba encontrar lo que llevaba tiempo buscando, algo que rompiera esa soledad.


No es posible que estés tan lejos, no es posible que tardes tanto en llegar. No es posible que permitas que me sienta tan perdida en este mar de dudas y sentimientos. 
Tú eres la razón y a la vez la pregunta de por qué estoy escribiendo esto. Necesito encontrarte.