viernes, 31 de mayo de 2013

Duermo para estar contigo.

Tan sólo buscaba un abrazo en medianoche que me curara los fracasos. También unos labios que se bebieran mis lágrimas y pronunciaran con dulzura palabras de consuelo. Buscaba envolverme en unos brazos de terciopelo y, para qué mentir, si ya sabes que te buscaba a ti. Siempre buscando una de tus caricias, de tus besos en la mejilla. Siempre regresando al mismo punto de antes, siempre tratando de ocultar la tristeza con un recuerdo de tu sonrisa. Y siempre con esa manía de buscar versos que describieran cada parte de tu cuerpo. Siempre esperando encontrarte en cada vaso de zumo de naranja, en cada biblioteca pública, en cada calle de la ciudad.
Tan sólo buscaba soñar contigo cada noche, dormirme y que tú estuvieras ahí, que me abrazaras y me dejaras descansar en tu pecho, aspirar tu aroma y derretirme con tu olor. Sentir el latido de tu corazón, lento y rítmico, sentir en mi cabeza a tus labios sonriendo y sentir las caricias de tus dedos en mi mejilla. Quería que me dejaras formar parte de ti, que cada mañana te levantaras y buscaras leer unos versos que hablaran de mí. Buscaba en ti lo que jamás encontré en mí. Y qué error. Y qué maravilla.

Y ahora qué me queda cuando las luces de las calles ya se han apagado y Mayo se acaba con este frío que hiela el Sol. Y ahora qué me queda cuando tu corazón ya ha sido robado y el mío llora, triste por no ser su ladrón. Y dime, dime ahora que me queda cuando se acaban los días y las mañanas.
Y ahora qué me queda si es el mar el único que quiere acariciarme con su brisa, si son los poemas lo único que me fluye por las venas.


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