jueves, 22 de septiembre de 2011

Cartas jamás enviadas. (IV)

                                                Un día de Septiembre tan normal como los demás.
Amado desconocido:
Esto se merece una carta, una de estas cartas que jamás envío, una de estas cartas que guardo en cajones llenos de polvo.
Te he visto. Te he oído. He notado tu mirada encima de mí.
Sentimientos confundidos los que sentí al observarte. Miedo. Miedo de que me descubrieras tras esa muchedumbre. Nervios mezclados con extraña añoranza y sensación de vacío, aunque también pinceladas de alegría. Alegría al ver tus ojos profundos y oscuros perdidos, perdidos en otros ojos. No eran los míos. Eran los de ella, a la que observabas encandilado. Un beso sonó ente vosotros y entonces mi corazón derramó una lágrima. Una lágrima débil que resbalaba por mis entrañas penetrando hasta lo más profundo de mi interior.
Pero aún así, alegría. Triste, bella, dulce, antigua y soñada alegría.
Has vuelto, pero con ella. Te he visto, pero con ella. Has sonreído, pero a ella. Sigues vivo, gracias a ella.        

¿Sigue siendo esto que siento alegría?

Sin los sentimientos claros,
La chica de ojos verdes. 



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