lunes, 23 de enero de 2012

Cecilia

A Cecilia le encantaba el sonido del viento y las sonrisas torcidas. A Cecilia le enamoraba el sonido del mar y ver la arena deslizarse entre sus dedos.
A Cecilia, en cambio, no le gustaba el olor a hierba recién cortada ni el sabor del melón. Tampoco le gustaba escribir a ordenador ni el calor asfixiante de Agosto.
Cecilia era sencilla y pequeñita, como una peca en el cuerpo de un gran boxeador, esos a los que temía.
Sus ojos castaños se asemejaban al color de la guarida de las ardillas en otoño y su pelo color miel siempre caía sobre sus hombros revoltoso y encrespado.
A Cecilia le encantaba ser cómo era. Era menuda y torpe al andar, sus movimientos carecían de coordinación alguna pero siempre iban acompañados de una sonrisa tímida y pequeñita, como su dulce carita blanca.
En invierno Cecilia solía ser más excéntrica de lo habitual, le gustaba salir de noche a la calle y aspirar el profundo y frío aroma nocturno.
Le gustaba leer las revistas de detrás hacia delante y cantar en la ducha canciones improvisadas.
También le gustaba sentarse a estudiar con la espalda apoyada en la calefacción de su habitación mientras escuchaba alguna canción atemporal.
Para ella, el invierno era una estación en la que se permitía hacer todas las locuras posibles, como tomar chocolate y mancharse la nariz a propósito o hacer en su cama una tienda de campaña con ayuda de sus sábanas.
Para Cecilia en invierno no había límites. Le gustaba caminar hacia la zona alta de la ciudad y sacar fotografías a las ramas de los árboles desnudos, sentarse en un banco y ponerle nombre a las hojas caídas y olvidadas por el ya finalizado otoño.
Cecilia, sin embargo, se sentía muy sola.
Nadie había querido sentir hacia sus ojos castaños sentimiento alguno, no había recibido ninguna carta de amor y sus labios permanecían sellados sin haber descubierto los besos.
Nadie se había interesado por sus excéntricos actos, ni por la belleza de las palabras que escribía al caer la noche.
Cecilia, aún así, sonreía con esas sonrisas que llenan los ojos de lágrimas y caminaba grácil por las calles de la ciudad, como una muñequita danzante.
Cuando Enero ya finalizaba y caía en picado como las gotas de lluvia, Cecilia caminó hacia la playa.
Cuando hubo llegado se descalzó, era un ritual a seguir.
Para Cecilia el frío no era inconveniente alguno, es más, la sensación de frío en los pies le provocaba una emoción propia de una niña de seis años.
Con la lluvia mojando su cuerpo y sus ropas, con las gotas de lluvia colgando de sus cabellos, Cecilia empezó a correr por la playa.
Levantaba la arena dormida desde aquel día de Septiembre y bailaba al son de la melodía marina.
Cecilia era feliz como cualquiera de sus queridas gaviotas, como cualquier joven de su edad.
Entre bailes, risas y dulce torpeza, Cecilia se acercó al mar. Dejó que las olas bañaran los dedos de sus pies y sintió ese cosquilleo que le trajo recuerdos de aquel verano con su familia y de aquel bañador rosa y blanco.
Caminó mar adentro hasta que el agua le llegaba a las rodillas, su pantalón se pegaba a sus flacuchas piernas y el frío le hacía temblar.
Le gustaba, le encantaba.
Cecilia siguió andando, podía seguir así toda la vida. Su cuerpo ya estaba completamente empapado gracias a la lluvia incesante y a las olas sublevadas por acción del viento invernal.
En ese momento, Cecilia se paró a pensar en su vida.
Otra de las características de la dulce Cecilia es que pensaba en los momentos menos apropiados.
Pensó en todo lo que los demás tenían y ella no, la pequeña Cecilia siempre se había sentido extraña e inadaptada, como una flor creciendo en cualquier calle de Madrid, como un copo de nieve en Julio.
Cecilia era realmente especial, pero ella no lo sabía. Simplemente era un bicho raro, alguien a quien la gente evitaba continuamente. Le gustaba cómo era, pero no gustaba a los demás.
La dulce y tímida Cecilia no sabía el valor de su vida. De hecho, quiso adentrarse aún más en el mar y dejarse llevar por las olas a donde éstas la llevaran. Dejarse balancear mar adentro olvidando todo.
Quiso rendirse.
Una ola enorme la atrapó de repente. El oleje era cada vez mayor y Cecilia se había adentrado demasiado en la mar. El pánico entonces se apoderó de ella, de la dulce Cecilia que hace unos segundos quiso naufragar con su vida.
Quiso retroceder, entonces, volver a la orilla donde descansaban sus deportivas y volver a tomar otro chocolate caliente ensuciándose la nariz. Quiso recuperar lo que en dos segundos había odiado y rechazado.
Nadó en un intento de regresar, quiso realmente volver atrás.

Lo que no sabía la pequeña Cecilia es que a veces arrepentirse no es la solución.



Dulce Cecilia...

7 comentarios:

alvarobd dijo...

Me gusta la manera en la que contrapones la vida que lleva y la que desearía, sobre todo al final, cuando se da cuenta de lo que tenía e intenta arreglarlo. Se confunden las ansias de libertad con el miedo a lo desconocido.
Este relato y Cecilia parecen tan extraterrestres como la canción del blog, tienen ese no se qué. Enhorabuena.

Un saludo para el mundo de los muertos danzantes.

The Gossip Eye dijo...

Pues yo estaría encantada de tener una amiga como Cecilia. Me va la gente que va más allá, la que tiene gustos tan especiales y a la vez tan sencillos.

Además nos parecemos en algunas cosas! Yo también leo alguna revista desde atrás (en serio! jaja) y he hecho fotos y más fotos de ramas de árboles...

Las imágenes que acompañan el texto me gustan :) Las has hecho tú?

Un texto fantástico, en definitiva.

Por cierto, he leído el texto escuchando una canción de tu reproductor: Plainsong. GENIAL.
(mira tu email que tengo un favor que pedirte! :))

m u a a a k

Elisa Sestayo dijo...

Alvarobd, muchas gracias! Me alegra que te gustara el relato y que le encontraras ese "no sé qué" que me encanta añadir a mis entradas : )
The Gossip Eye, a mí también me encantaría tener una amiga como Cecilia : )
No, yo no he hecho las fotos, las saqué de una página. Aún así, me alegra que te gustaran.
^^

Ya te contesté al email, un beso enorme : )

¡Gracias a los dos! <3

S dijo...

Hola me gusta mucho tus entradas así que desde ya tienes nueva seguidora(:

Elisa Sestayo dijo...

^^ Muchas gracias <3

Anónimo dijo...

Como siempre demasiado hermoso!
Amé el final :)
Un besito desde El Mundo de Lili

Elisa Sestayo dijo...

¡Muchas gracias Lilii! <3

Un beso enorme : )