viernes, 6 de enero de 2012

Hotel California.

El viento incesante, la caída de la juventud en un alarde de alocado inconformismo son las señales de la última huida, de la última oportunidad para alcanzar un lugar mejor.
La carretera serpentea bajo sus pies. La oscuridad se cierra más, aún más en sus ojos.
Puede respirar, oler el profundo aroma de la noche. Y es que la noche tiene un aroma característico, la frialdad del aire y la dulzura del viento nocturno en su cara, acariciando y rogando una libertad gritada.
Sus piernas avanzan hacia ningún sitio en concreto. De vez en cuando, se oye el rugido de algún coche que rompe la oscuridad con sus luces y el silencio con el rugido de su motor sediento de velocidad.
Su rostro se torna cansado y arrugado a cada paso que da. Sus facciones se curten con cada ráfaga de viento, con cada ondulación en su camisa a cuadros.
La tierra prometida se hace de rogar.
Pero aún así camina, camina esperando poder ver una luz, una señal que le haga sentir que su huida no es en vano. Su lucha, la miel derretida en sus labios por las ganas de llegar, la victoria ansiada no puede ser fruto de un sueño.
La valentía de la que muchos alardean, las ganas de ser libres que causan en muchos frustraciones, el encarcelamiento de los corazones dormidos de los otros y las ganas de éstos de triunfar se arropan en su mirada fija en  la carretera que le queda por recorrer.
Creció entre sensaciones de fracaso y canciones que hablaban de autopistas oscuras y reconfortantes. Creció entre libros con finales felices y palabras de odio. Creció al lado de una guitarra ahogada entre los gritos de los vecinos por estúpidas discusiones económicas.
Y quería huir. Y quería correr. Y quería soñar, que nadie le detuviera. Quería el mundo a sus pies, las más bellas canciones deberían salir de su guitarra, las más bellas palabras las escribiría a la luz de la luna.
Quería vivir, quería ser un vagabundo que dependiera de su guitarra y su cuaderno de notas. Quería ser feliz.
Siguió caminando, entonces, siguió dejando que el aire nocturno entrara por su nariz y reconfortara a su corazón cansado.
Siguió luchando, porque no podía hacer otra cosa.


Queridos inconformistas, suicidas, vagabundos en busca de la felicidad. Queridos soñadores, poetas, músicos, escritores. Queridos locos maltratados por la sociedad, no dejéis de luchar.
Yo no lo haré.


P.D: A todos vosotros, os la dedico: Hotel California - The Eagles

4 comentarios:

alvarobd dijo...

Nos volvemos a encontrar con el espíritu de Silvertown Blues. Me encanta la entrada, sobre todo el final, y también la canción.
Un saludo :)

Elisa Sestayo dijo...

¡Me alegra que te gustara! : )

Un saludo. ^-^

Unknown dijo...

Me ha gustado la canción, pero la verdad es que no más que el texto :3

Elisa Sestayo dijo...

Gracias, me alegra que te gustara ^.^

Besos <3