lunes, 24 de septiembre de 2012

A dieta de sentimientos.

Está sentada en un café cercano a la catedral. En su mesa descansa abierto un libro de poemas que no sonríe y en las manos sostiene una taza de chocolate caliente. Hace frío, mucho frío en todas partes. Hace frío en la cafetería, en la calle, en la taza de cacao y en el corazón. Hace frío, mucho frío y no se cura con bufandas, abrigos, guantes o gorros. El frío cuando hiela de esa manera es incurable.
Mira a través de la ventana y ve cómo pasa la gente. Algunos ríen, otros simplemente caminan; algunos miran al cielo, otros miran al suelo; algunos mascan chicle, otros mascan palabras que ya no podrán ser dichas. Y todos ellos siguen un camino, persiguen un objetivo. Ella no lo tiene. 
Ojea los versos de su libro. Tan sólo son palabras vacías, palabras vacías que tratan llenar algo. Es irónico, piensa. Es irónico tratar llenar vacíos con más vacíos, algo así como intentar romper la oscuridad con pedazos de cielo nocturno, algo así como buscar la felicidad en la tristeza. Es irónico, piensa, que aún así los vacíos sean los únicos capaces de llenarlo todo.
La mesa está manchada de azúcar y de chocolate. Es dulce y triste. Bonito, hermoso quizás. Piensa el frío que debían sentir esas gotas de chocolate perdidas en la mesa, el desconcierto de los granos de azúcar esparcidos y separados. Sabía lo que era eso porque ella lo había sentido. Ella había sido un grano de azúcar en una mesa cualquiera de cualquier cafetería mugrienta. Se había sentido perdida, fuera de lugar.
Mira de nuevo a la calle y sonríe. Ha empezado a llover. No le importa, es más, le gusta. El repiquetear de las gotas contra el cristal es relajante, tranquilizador. Cuando las gotas bailan de esa manera sobre un cristal ella se siente bien de nuevo, como si todo pudiera volver a empezar, como si nada hubiera acabado en realidad. Cuando algo está vacío no se puede acabar ¿Verdad?
Se siente tan sola. Tiene tanto miedo. Está tan vacía. Su corazón no siente, no busca ver nada más allá del cristal mojado, más allá de las carreras de gotas de lluvia. Su corazón no busca ya unos ojos grises que la saquen de la tormenta, ya no hay nada salpicado de esperanza. Todo es igual, carente de, incapaz de, destinado a se acabar. Como los ríos cuando van a dar a la mar, que es el morir... Y ella está tan llena de vacíos, tan agujereada por dentro que llora sin motivo, claro, quien vacía está ¿Por qué iba a llorar?

Cierra el libro de poemas y bebe otro sorbo de chocolate. Hace mucho frío.


Dame otra oportunidad.



2 comentarios:

Ana Martín dijo...

Es alucinante cómo has hecho que algo tan triste sea increíblemente bello. Representar ese vacío no es tarea fácil, ya lo he intentado varias veces, pero la tuya realmente me ha impactado. Espero seguir leyendo maravillas como esta. "El frío cuando hiela de esa manera es incurable"; sin palabras <3

- dijo...

"Es dulce y triste. Bonito, hermoso quizás". Ay, que grande es todo esto.
El frío y las letras son dos de mis grandes amores intangibles, y la gente que sabe escribir sobre la seducción del frío me enamora. Y más aún si tiene ese toque triste y melancólico que tú tienes.

"Tan llena de vacíos, tan agujereada por dentro..." <3