Antes que nada, me gustaría daros las gracias a todos los que participasteis por las maravillosas cartas que escribisteis. Todas ellas serán publicadas
aquí.
Elegir los ganadores ha sido una tarea complicada, pero os dejo aquí las cartas que, según mi opinión, tenían algo especial:
Carta de Álvaro Buendía del blog Confesiones de un distinto.
A
mi futuro yo:
Sé
que no te acordarás de estas palabras que escribiste hace años, que
no recordarás que esta carta descansa en el fondo de un viejo baúl
en donde voy a guardarla cuando la termine, pero solo escribo para
desahogarme, para contarle mis secretos jamás confesados a alguien,
aunque sea a mí mismo. Seguro que tus inquietudes no son las mismas
que en este momento, que todo habrá pasado por entonces, pero ahora
mismo solo puedo decir que no comprendo nada, no le encuentro sentido
a mi vida… Te diré que mi problema es esta estúpida rutina, esta
estúpida sociedad, esta estúpida crisis. Todos los días lo mismo,
la misma gente, los mismos comentarios absurdos, los mismos lugares,
todo igual día tras día. ¡Y yo quisiera viajar, conocer lugares y
gente, ver el amanecer, bañarme en el mar, tirarme en paracaídas,
nadar con delfines! ¡Correría, correría hasta que mis piernas no
pudieran más! Pero no puedo. Debo ser el chico estudioso, el que
siempre saca buenas notas, debo ser lo que ellos quieren que sea, lo
que creen que soy. Debo luchar por un futuro en el que no creo, un
futuro incierto, para convertirme en lo que eres ahora. Y, perdona
que te lo diga así, pero me das miedo. Me da miedo acabar haciendo
algo que no me gusta ni me satisface, estar para siempre encerrado en
la peor cárcel, la amarga rutina. No quiero estar en una empresa
desde el amanecer al anochecer. Dime, ¿qué vida es esa? Espero que
si tu vida es así algún día recuerdes esta carta e intentes
cambiarla a mejor, y hagas todo lo que no pudiste hacer en esta
época, que no solo vivas, sino que VIVAS. Espero que hayas
conseguido deshacerte de las cadenas que me atan a mí y contra las
que no paro de luchar, de esta repugnante presión social que
asfixia. Espero que seas una persona mejor y que hayas conseguido
cambiar el mundo, como soñabas en estos días, pero no sabías cómo,
no encontrabas por dónde empezar. Espero… Espero tantas cosas,
pero como dicen, la esperanza es lo último que se pierde.
Un
amistoso saludo,
Tu yo
pasado.
Carta de Rick Blaine.
Te
quiero. Jamás podré confesarlo, porque tengo un mundo en el que
vivo. Un mundo hecho de rosas que a menudo se vuelven ligaduras que
me impiden caminar; quizá una jaula de oro.
Pero
te quiero. Es una verdad certera, rápida, concisa, trágica, que
nace y muere cada día en mi pecho al oír tus palabras, tu dulce
pena, tu tristeza que yo enjugo con mis manos.Cuánto
daría por poder sentarme junto a ti mirando al mar, en el sentido
pleno de la palabra, de gran azul relajante y dorado por los rayos
solares que no se puede percibir así sin quien lo merece reposando a
tu lado.
Nuestra
historia es la que nunca pudo ser. Algo así cantaba La oreja de Van
Gogh. O un grupo de esos, de pop fácil que te conmueve a veces
cuando tienes el día sensible. Aunque no lo reconozcas.Amo
tus movimientos, tu forma de cantar suavemente; e imagino como debe
ser el tacto de tus labios sobre el cuello, el pecho y más allá. Mi
mente no tiene límites, ni censura, quizá por eso piensa cosas que
me está vetado pensar, quizá por eso me he enamorado de ti.¿Y
por qué? Porque eres el primer acorde extraído a una guitarra con
dulces dedos, rompiendo el silencio, como se rompe también con el
gemido de una mujer, presagiando una maravillosa melodía que te
arranca de la muerte en vida. Porque eres un gorrión sobre la nieve,
apagado, un ángel que olvidó que tiene alas, una princesa en su
torre, tan mágica, tan de Bécquer: princesa inalcanzable de etéreos
días.
Algo
de magia debes tener cuando conviertes una hamburguesería una
embajada de un mundo perfecto, y un parque en el cielo mismo cuando
el crepúsculo envuelve las curvas de tu cuerpo.O
quizá, los pragmáticos tienen razón, y todo esto no son más que
hormonas que mi sangre bombea escribiendo tu nombre en mis neuronas.
Mi hada de los bosques. Solo un sueño.Pero
si es así, quiero estar contigo cuando me despierte.
Carta de Ana Jareño.
Tardé
muchos años en saber cómo se llamaba realmente lo que sentía por
ti.
Cuando
te conocí, yo sólo era un chaval de 20 años perdido y abandonado
al que le habían arrancado lo que más quería en el mundo, la
esperanza. Pero, cuando vi esos ojos del color de la plata mirarme
por primera vez al despertarme en aquella tienda de campaña en el
desierto… no, no fue tu claridad lo que me hizo ver más allá. Fue
tu forma de mirar, la que me recordó a mi mismo años atrás; la de
no fiarse de nadie. Mis ojos heterocrómicos observaban siempre, rara
vez se acercaban a los demás. Pero había algo más en ti que a mi
me faltaba: la valentía y el olvido del ego. Tu cabello albino y tu
mirada sencilla y directa iluminaron mi vida antes de que me pudiese
dar cuenta de la magnitud del encuentro. Algo de lo que tú nunca te
diste cuenta… sólo yo.
Si leyeses esta carta, quizá
me odiarías por haber sufrido tanto por ti… pero lo cierto es que,
a la larga, me hiciste más feliz que infeliz. Y eso… es algo que
solo yo sé.
Nunca, en mi vida, había sentido algo tan
fuerte por nadie. Cuando viajábamos juntos, sólo con estar cerca de
ti me sentía completo. Solía pensar que te protegía como a un
hermano pequeño, y eso es lo que le contaba a los demás cuando me
preguntaban por qué te seguía a todas partes, por qué te protegía
incluso de aquello que no querías que te protegiese nadie. Yo
siempre supe que podías hacerlo solo… pero mi corazón siempre me
decía que tenía que andar detrás tuyo, por si algún día te caías
de espaldas sin avisar. “Yo seré su salvador, como él lo fue para
mi”, eso era lo que realmente me empujaba a vivir desde que me
sacaste de aquél desierto… llevándote todas mis sombras con tu
luz.
Siempre recordaré como odiabas lo mucho que te
admiraba; solías decirme que no tenía por qué ser tan visceral con
temas que “son mi problema”. Que preferías un amigo al lado, y
no un padre detrás. Ojalá te hubiese hecho caso… quizá ahora
seguiríamos juntos, si no hubiese sido tan cabezón. Pero qué le
voy a hacer… tuve un buen maestro.
Fuiste como el hermano
menor que nunca tuve, el que no tenía miedo de decirme la verdad a
la cara tanto cuando la necesitaba como cuando solo me bastaba una
mentira. El nombre puede llegar a ser realmente ominoso… “El niño
verdadero”.
Alguien
me dijo una vez que las personas tienden a olvidar los malos
recuerdos. Quizá sea por eso que cuando pienso en ti, lo único que
me viene a la cabeza son los buenos momentos que pasé a tu lado, las
bromas sin sentido que uno decía y el otro continuaba en una espiral
de absurdez que a veces sólo un par de ‘frikis’ como nosotros
entendíamos. Las veces que un impulso valía más que diez gritos
prohibiéndome saltar de un avión detrás de ti a pleno mar, lo
mucho que me importaba que tú fueses feliz sin importar lo que
costase y lo que llegué a sufrir cada vez que nos separábamos.
Pienso
en ti e imagino tu claridad como persona, la del primer día, tu
sencillez como ser humano y la bondad que ofrecías a todos sin
excepción, cómo perdonabas a los que te habían hecho daño.
Comprendía perfectamente que las chicas te prefiriesen a ti, aunque
reconozco que alguna vez también te envidié, y mucho. Incluso para
romper corazones tenias estilo, mamonazo…
Mucha
gente me dijo que me equivocaba al defenderte. Que tú jamás harías
lo mismo por mí. Es curioso que muchas veces, mi cabeza les creyera.
Pero mi corazón nunca cambió de opinión sobre ti: eres mi luz, y
te seguiré vayas donde vayas. Aunque no estemos juntos.
Así
es. Incluso después de quedarme encerrado en la eternidad de la
muerte, mi corazón siempre estará contigo, porque es tuyo. Jamás
estarás solo, porque yo siempre estaré pensando en ti, mi
esperanza. Mi esperanza, la que quiero que mis hijos imiten. Lo sueño
cada noche, lo siento en cada lágrima que se me atraganta. Después
de toda una noche llorando por no estar a tu lado, sonrío por pensar
en el “Algún día”. “Algún día, todos juntos… de nuevo”,
le digo a mi corazón para que descanse y sueñe con lo que desea...
Ojalá
pudiese devolverte todo lo que le diste a mi vida, sin darte cuenta.
Ojalá encuentres tu lugar en el mundo y puedas seguir sirviendo de
ejemplo a los nuevos corazones que necesiten una luz. Que, algún
día, consigas viajar a la Luna, tal como me dijiste que soñabas, un
día de ésos… en los que viajábamos juntos.
Aquellos
días, fui realmente feliz… daría lo que fuese por volver a
caminar junto a ti.
Porque,
lo que yo sentía, siento y sentiré por ti no se puede llamar
amistad, ni tampoco amor. Es algo más fuerte. Algo que no
entiende de tiempo, ni de distancia… que no siente el dolor que se
supone al recibir golpes ajenos. Que sólo sufre realmente cuando el
otro sufre. Porque lo más importante, es el otro. Sin importar qué,
ni quién… Simplemente, “Protegiendo lo bueno”, aunque nunca te
dejases proteger.
¿Es
posible que un fantasma encuentre su faro en un puerto, tras años a
la deriva en el mar de la soledad y el arrepentimiento? . . .
Yo
sólo sé, que una promesa es una promesa.
Pues sin nada más me despido, agradeciéndoos de nuevo vuestra participación y dando la enhorabuena a los tres ganadores, aunque todos lo seáis por tan bonitas cartas.
Se despide,
La chica de ojos verdes.