viernes, 24 de febrero de 2012

Sweet.

Quizás ni siquiera sepamos el camino cuando ya estemos de vuelta y quizás toda la vainilla de tu piel se derrita cayendo por tus mejillas sonrosadas como una dulce cascada de melancolía.
Después de todo, somos notas de piano. Somos frágiles y temblorosos y nuestras voces no alcanzan a gritar más allá de unos escasos centímetros de sueños deshechos y coloridos.
Al fin y al cabo, nuestras lágrimas se componen de ilusiones tan olvidadas que se convierten en agua, pero sólo en invierno, pero sólo los domingos.
Yo ya lo sabía. Claro que lo sabía. Yo ya sabía que nada de lo que te dijera un guitarrista vestido de negro puede ser bueno, yo ya sabía que las promesas que se recitan cuando amanece suelen acabar rotas. ¡Qué gracioso, como todos mis poemas! Yo ya lo sabía, sí, ya sabía que los ojos color chocolate y el pelo azabache son demasiado mentirosos y demasiado bellos. Ya sabía que unos ojos verdes no tienen nada qué hacer contra unos ojos tan tan cálidos.
Y sí, las palabras ayudan cuando el frío se acomoda en tus manos blancas y pequeñas. Los versos cascados de aquel verano  estrellado ayudan a sobrellevar esta existencia un tanto absurda e insulsa.
Si en el fondo, nada de lo que se escribe deja huella, todo se esfuma blanquecino y nuboso sin ni siquiera regalar una sonrisa tímida.
Esto ya lo sabía, sí, ya lo sabía.




La vainilla de tus mejillas debe estar deliciosa.

3 comentarios:

The Gossip Eye dijo...

A veces, aún sabiéndolo todo, sabiendo lo que va a pasar y conociendo bien la situación, volvemos a caer. Una y otra vez. Así somos los humanos, los únicos en tropezar mil veces con la misma puta piedra...

Muy bonito, como siempre :)

m u a a a a k

Elisa Sestayo dijo...

Sí, es así de cierto y triste...
Gracias, mil gracias por pasarte : )

<3

PattRy Natzuki Akira Hikaru dijo...

¡Me ha encantado! Escribes de una forma preciosa*-* Aquí tienes a una nueva seguidora. :)