lunes, 3 de octubre de 2011

Araña bailarina.

Está acurrucada en una solitaria esquina de una vieja habitación llena de polvo y olvido. Sus ocho ojos se mueven de un lado a otro, observan, contemplan pero sobre todo buscan.
Mueve lentamente una larga pata y la dobla, así está más cómoda y entonces sus ojos vuelven a moverse despacio.
Y así pasan los días para la no tan pequeña araña de color caramelo que suspira haciendo temblar su tela blanquecina y frágil.
En la habitación cada vez había más polvo y el olor a olvido se acentuaba con el paso del tiempo. No había más que soledad y desolación, no había más que suspiros y recuerdos.
Una mañana, cuando el sol entraba por las rendijas de la persiana medio bajada, la puerta se abrió despacio.
La caramelizada araña movió sus ocho ojos en la dirección de la puerta y si hubiera podido sonreir lo hubiese hecho.
Suavemente, la arañita descendió colgada de un hilo blanco y se posó en el hombro del nuevo y primer ser vivo que entraba allí desde hace años.
Alegremente empezó a practicar sus pasos de baile. Sus patitas largas y delgadas se movían elegantemente y con soltura.
Esa araña por fin era feliz. Estaba haciendo, por fin, lo que tanto tiempo había deseado. Por fin bailaba.
Pero de repente, cuando estaba acabando su solitaria actuación, se oyó un chillido de terror y el sonido de un manotazo.
Esa fue la primera y la última vez que la dulce y caramelizada arañita solitaria actuó.
La araña bailarina murió realizando su sueño. Murió por culpa de un humano asustadizo.
Dulce arañita...

"Me gustaría añadir una foto a esta entrada. Pero no puedo. Tengo miedo a las arañas, no me gustaría entrar aquí y asustarme.
Supongo que soy de esas personas asustadizas que no se dan cuenta de los sueños de las solitarias arañitas. 
Por todas esas arañas que mueren realizando su sueño, seguid bailando, mientras podáis"

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