miércoles, 14 de diciembre de 2011

Acordes de Mark Knopfler.

Se miró en el espejo durante unos segundos. Su pelo claro ahora estaba oscurecido a causa de la mojadura que la había sorprendido de vuelta a casa. Su piel blanca estaba enrojecida por el frío al igual que sus ojos, que a parte de enrojecidos, estaban hinchados y brillantes.
El frío no era el causante de esto último.
Abrió el grifo de la ducha y se desvistió mientras el agua calentaba. 
Una vez dentro dejó que el agua fluyera por su cuerpo aún temblando por el frío y por algo más. Cerró los ojos y dejó que el agua le empapara el rostro. Frotó sus ojos intentando quitarse todo resto de maquillaje.
Agarró el bote de champú y empezó a lavarse el pelo enmarañado y lleno de nudos con una cantidad excesiva de producto. 
El olor del champú le resultó cálida y extrañamente familiar. Ese olor le traía recuerdos, recuerdos de los que no estaba segura querer olvidar.  
Se enjabonó el cuerpo y se aclaró el cabello. Cuando hubo finalizado se sentó en la bañera de rodillas, evitando así que los pies se le enfriaran.
Desde ahí, se sentía pequeña e inofensiva. Apoyó la cara en la pared mojada y fría y quiso cerrar los ojos pero no pudo.  Deseaba desaparecer en ese preciso instante, poder escurrirse por el desagüe como los restos de gel y champú. Deseaba ser una esponja para que alguien la apretara con fuerza y poder sacar así todo el dolor de su interior.
Era frágil y pequeña. Callada y soñadora. Bella y rara.
Su mente volaba lejos, alto. Con un nudo en la garganta deseó poder dormirse eternamente, supo que era imposible. O no.
Cansada de soñar y no alcanzar, cansada de volar para luego aterrizar. Cansada de llorar para más tarde reír.
Ambicionando algo mejor, deseando imposibles.
Cerró el grifo con un fuerte giro y se puso en pie bruscamente, tanto que sintió un mareo.
Alcanzó una toalla y se secó la cara con ira mal controlada. Ojalá secándose así pudiera retener las lágrimas que estaban a punto de salir. Ojalá.
Cuando acabó de vestirse con su viejo pijama, abrió la ventana. Ya no llovía.
Desde ella podía ver un árbol desnudo y mojado. De sus ramas goteaban pequeñas gotas de lluvia pasada.
Respiró el olor a otoño y cerró la ventana de nuevo. 
Al mirarse al espejo volvió a ver a la misma joven de piel blanca y ojos enrojecidos.


Quiero irme de aquí y disfrutar de la belleza del ya casi finalizado otoño.

2 comentarios:

alvarobd dijo...

Tu entrada, como siempre, me encanta. Expresas tan bien los sentimientos en tan poco espacio... ^_^
De distinto a distinta y tiro porque me toca.

Elisa Sestayo dijo...

Muchas gracias! ^.^

Un saludo de una distinta a un distinto <3