viernes, 2 de diciembre de 2011

Cartas jamás enviadas (XI)

                                                                     Un lluvioso y frío día de Diciembre.
Amado desconocido:
Hola. Hace tiempo que no te escribo, hace mucho tiempo que estoy ausente, casi tanto como tú.
He de decir, antes de escribir todo lo que quiero escribir, que me cuesta, que estoy controlando mis manos para no escribir lo que de verdad te quiero decir.
Eras tan especial.
No sé por dónde empezar, no sé qué escribirte que no te haya escrito ya. Me aburres, me aburres mucho.
Debería escribir algo maravilloso, tendría que dominar las palabras para crear belleza, crear delicadeza y suspiros con simples y llanas palabras. Tendría que dedicarte las más bellas palabras jamás escritas, poder dominar mis sentimientos y plasmarlos, hacer que las musas acudan y me tiren del pelo todavía mojado.
Debería escribirte, debería hablarte, debería controlar mis escalofríos, controlar el temblor de mi labio inferior y enterrar a las mariposas medio muertas de mi estómago.
Debería poder hacer tantas cosas que me impide tu silencio. Tu tranquilidad consigue ponerme nerviosa, consigue que me sea inevitable controlar estos temblores en mis manos.
Eras tan especial.
Tu cuerpo sereno y rígido, tus labios sellados en un profundo e insonoro no. La lluvia caía con fuerza, intentaba borrar mi sonrisa. Casi lo consigue. 
Eras tan especial.
No soy capaz de escribir más, jamás pude dominar mis sentimientos. Soy una de esas personas extremadamente sensibles que sufren demasiado, ríen demasiado, sienten demasiado. Soy una de esas personas denominadas especiales con las que poca gente quiere amar y compartir. Lo sé, soy consciente de mis conflictos interiores, de mis lágrimas a deshora.
Hace tiempo rompí todas tus fotografías, las tiré e intenté olvidar tu existencia. Hace tiempo te lo conté ¿recuerdas? Era verano y el calor resplandecía en mi piel, mojaba mi tristeza.
Pero ya es Diciembre y mi cuerpo tiembla con el frío. Y ¿para qué engañarme más? Te echo de menos, más de lo que me gustaría.
Eras tan especial.

Con el pelo mojado y las manos temblorosas,
La chica de ojos verdes.


P.D: Me gustó que estuvieras solo, aunque sé que no lo estás.

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