El dulce piano suena saltarín y delicado, lleno de belleza y armonía.
La voz de Bruce, que intenta imitar al gran Roy Orbison llena de sinceridad y perfección el momento.
Me encantan estas canciones. Éstas en las que el inconformismo reina y la libertad se grita.
Ahora ya no se hacen canciones como esas. Ya se perdieron las ganas de luchar y de vivir.
Simplemente de vivir.
En estas canciones antiguas el joven esperaba a su querida en el porche y sonreía al verla con un vestido precioso, entonces, jóvenes y alocados, suben al coche y huyen.
Simplemente huyen.
Como vagabundos atravesando el viento, como los rayos de sol que rompen la oscuridad nocturna.
Rápido y sin precaución viajan a través de las largas y solitarias carreteras. De vez en cuando paran y se tumban en la hierba para ver el sol caer.
Nada más.
Son jóvenes y están vivos. ¿Qué más pueden desear?
A veces miro a través de la ventana e imagino que, sonriendo, me esperas para que salga y así huir a tu lado.
Evidentemente, nunca ocurrió. Bruce Springsteen es demasiado perfecto.
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