domingo, 20 de noviembre de 2011

La Señorita Rock n' Roll (VII)

La Señorita Rock n' Roll no era una chica dura y fuerte. No era el prototipo de chica rockera que grita Fuck You! en sus conciertos con el dedo corazón hacia arriba.
No vestía con pinchos ni llevaba correas colgándole de las ropas. Era una chica más o menos normal.
Le gustaba vestir de negro y maquillarse al estilo 70s. Sólo eso la hacía diferente.
La Señorita tenía un pasado como todo ser humano, pero no sólo lo tenía sino que también lo añoraba.
Echaba en falta a sus compañeros y a sus amigos del barrio en el que vivía. Echaba de menos a su familia.
Echaba en falta el amor de su padre por la música, sus ojos verdes observándola desde el otro lado de la mesa.
También a su madre sonriente y fuerte. Echaba en falta la comida de los domingos y la sensación de estrés al tener que estudiar para algún examen.
Echaba en falta a su hermana pequeña e inocente, su dulzura y alegría.
En definitiva echaba de menos su vida.
Su vida antes del alcohol y las noches despierta, antes de los cigarrillos y los sucios acordes de guitarra.
Su vida antes de tener la necesidad de pintarse para triunfar o antes de los largos viajes en furgonetas.
Todo eso que otros deseaban a ella le entristecía, le aburría.
Recuerda el día en que él le ofreció su mano en aquel bar de la esquina. Le dijo algo así como:
"Serás grande, tu voz es magnífica."
Después de esas palabras todo se volvió extraño y distante. Nada más existía aparte de su guitarra y sus besos.
Nada más que canciones manuscritas y el humo de la muchedumbre
Ya habían pasado cinco años desde aquello. Demasiado tiempo, tarde para cambiar.


Le miró de reojo. Estaba totalmente concentrado en la carretera.
Su mirada fija en las luces que rompían la oscuridad, sus labios fruncidos y su expresión cansada no tenía nada que ver con la de aquel joven que le propuso cantar en un grupo cinco años atrás.
Lo dejó pasar, al fin y al cabo tenía una noche por delante. En lugar de hablar se recostó en el asiento impregnado de olor a tabaco y cuerdas oxidadas.
Cerró los ojos y dejó que Sabina hablara por ella con su canción titulada Contigo.
"Lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata. Porque amores que matan nunca mueren."
Ella miró hacia él cuando Joaquín acabó de pronunciar esas palabras a través de la radio.
Sonreía y su mano libre había agarrado la suya.  Felicidad absoluta.


Aunque sea diferente, le sigue amando como antes. Sigue siendo su rockero favorito. 
Su amor es infinito como la carretera que recorren juntos.
Como su música.




4 comentarios:

Ana Martín dijo...

me encanta, definitivamente, me tienes enganchada a esta historia *-*
Y el final de esta entrada es más que perfecto! Decir que su amor y la música eran infinitas, es tan cierto y tan romántico! (L)
Sigue escribiendo (:
Un besazo <3

Elisa Sestayo dijo...

Ois! Muchísimas gracias me encanta que te gustara :)
Un beso enorme y gracias por leer <33

Rafael de la Rosa dijo...

Que no me cae a mí bien el guitarrista, oye. Sí es verdad, tiene ese aire de pasota atrayente, pero precisamente por eso no me gusta.

Y seré yo, pero pienso que le romperá el corazón a la Señorita otra vez :(

Un beso ^^

Elisa Sestayo dijo...

Yo le amo *-* Jajaja

A ver, a ver qué pasa...
Besos <3