lunes, 5 de diciembre de 2011

Estupideces, sí, pero ciertas.

Hay cosas que uno no espera ver jamás. Bueno, puede que si esperara ver pero no quisiera ver. De todos modos es lo mismo, o casi.
Ya sabéis a lo que me refiero. Uno no espera ver jamás a un familiar muerto, por ejemplo. Quizás ni siquiera pensara que ese familiar pudiera morir. Siempre mueren los demás, nunca la gente cercana.
Tampoco nadie espera ver cómo un gran amigo te rechaza o como la vida te da tal bofetada que lloras durante meses.
Son cosas que pueden pasar, pero nadie espera que pasen.
Todo esto os lo cuento, para contaros lo que de verdad quiero contar.
Todo el mundo espera que su primer amor sea bello, romántico, perfecto. Es algo curioso, ya que sabemos que la perfección no existe. Eso nos han dicho siempre ¿verdad?
Todo el mundo espera que la persona de la que está enamorada corresponda ese sentimiento. Todo el mundo espera algo así, o por lo menos lo desea. Es algo tópico, algo que es así porque sí. Sencillo y llano.
El problema está cuando nuestros planes se rompen, cuando de repente no pasan las cosas como uno espera que pasen.
Aún así, seguimos teniendo ciertos recursos. Empezamos a decir expresiones típicas tales como: "Todos son iguales", "En el amor nada es perfecto"...
Buscamos un hombro sobre el que llorar y nos encerramos en casa durante semanas comiendo dulces y mirando a las paredes como si éstas nos fueran a solucionar todos los problemas.
Es curioso, ciertamente lo es.
Cuando todo esto empezó no esperábamos que pudiera pasar algo así. Esa persona era especial, diferente, perfecta, entrañable.
Pero meses más tarde te encuentras en la misma situación que una protagonista de una de esas películas americanas donde comen helado a cucharadas.
Nadie se espera eso.
Los recursos, en cambio, se acaban cuando todo lo que no te esperabas pasa pero delante de ti.
Sí, ya sabéis. Un familiar puede enfermar y morir. Pero nadie espera ver a ese familiar morir. Nadie se espera ver el cuerpo inerte de ese familiar delante de ti.
Nadie espera salir a la calle intentando olvidar y ver a esa persona especial, diferente, perfecta, entrañable con otra tan perfecta como esa persona. Ver su felicidad.
Entonces los recursos se acaban, la imagen está en tu cabeza. Todo se ha roto como un cristal azotado contra una pared.
¡Adiós, ilusión. Adiós, amor!

No sé por qué cuento esto. No me gusta contar las cosas de esta manera, sin metáforas ni complicaciones.
Bueno es invierno, o casi y tengo la nariz fría, comprended que se me acaben las ideas.
Espero que os haya gustado esta estúpida reflexión nocturna, y recordad, cuando llueva, el paraguas es el mejor amigo.


Lo último sobraba...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja
Que raro que nadie haya comentado esta entrada!
No se a tus lectores, pero a mí me ha hecho mucha gracia lo del final xD jajaja
Y aunque no sea para decirte que les ha hecho gracia(como a mí xD) para decirte que hay verdad en tus palabras :)
Y sí, como otras muchas veces tienes razón, yo también he hecho muchas reflexiones de estas tan raras por las noches, cuando no puedo dormir o cuando me apetece escribir y me estoy durmiendo. xD

Es una entrada rara, sí, pero me ha gustado mucho jujuju ^^

Elisa Sestayo dijo...

Jajaja Sinceramente a mí también me sorprendió porque es una entrada bastante rarita y un poco irónica, la verdad.

Me alegra que te gustara, mis periodos de reflexión nocturna son de lo más raros, publicaré más porque pienso cosas realmente estúpidas y ciertas. Jaja

Un beso y gracias! <3